La unidad oral, la palabra
hablada, es imprescindible si hablamos de lenguaje radiofónico. La imaginación
expresiva en la radio no tiene por qué pasar inevitablemente por la música o
efectos sonoros: la palabra radial no es solamente la palabra por medio de la
radio, ésta excluye la visión del oyente. La palabra radiofónica es palabra
creada, ayuda a crear, en la mentalidad de quien oye, imágenes, episodios o
escenas vinculadas con el mensaje que se recibe.
Aunque en cualquier
comunicación hablada lo básico es que las palabras se comprendan, en radio es
mucho más importante, ya que la falta de interlocutora real soslaya preguntas o
volver atrás en lo dicho. La rapidez de la radio origina que muchas veces su
lenguaje tenga repeticiones para que el mensaje sea acogido por la audiencia. La
modulación de la voz, de otro lado, es de carácter relevante, toda vez que ella
es el medio principal en la transmisión de los contenidos. Por ello, como
señala una Cátedra sobre Taller de Periodismo del profesor Sergio Campos Ulloa,
“no es necesario gritar para captar la atención de los oyentes, pero sí es
necesario efectuar cambios en el volumen de la intensidad de voz utilizada en
la lectura de un texto, para ayudar a la comprensión de su contenido”.
Además, es importantísima la
concisión y la sencillez. La ausencia de lenguaje no verbal motiva a locutores
y locutoras a matizar constantemente sus palabras con intensidades,
tonalidades, entonaciones, etc. para que a pesar de esta pérdida visual el
lenguaje no prescinda de ninguno de sus matices.
Con la música, el quehacer
radiofónico obtiene el apoyo sonoro fundamental para la ambientación de los
mensajes radiofónicos, es decir, por obra y gracia de la música podemos
enriquecer el lenguaje radiofónico. Tanto con la palabra cuanto con la música,
vamos a poder marcar el compás de nuestro programa. Realizar una emisión viva,
dinámica, divertida, creativa, o por el contrario mandar un mensaje radiofónico
sugerente, misterioso, íntimo, atractivo, etcétera. Del mismo modo podemos
equivocarnos y fomentar que nuestro objetivo se vuelva monótono, lúgubre,
vacío, simple, e incluso poco interesante.
El sonido y el silencio son
dos factores imprescindibles del lenguaje radiofónico. Hay quienes opinan que
el silencio en radio no significa un instante de pausa sino de tensión llevado
hasta el extremo. La extensión del silencio suscita atención y duda en la
audiencia. Pero el silencio, en ocasiones dadas, también es informativo, ya que
mueve a la reflexión. Se tiene temor a utilizar el silencio en radio ya que
podría representar un fallo técnico y de hecho, en muchas veces lo es, aunque
no siempre.
Hay silencios veloces, de
menos de dos segundos, que se vinculan con las pausas imprescindibles a la hora
de leer un párrafo, un texto o una simple oración. Y hay otros silencios más
lentos, que nos asisten para asimilar el mensaje e incluso dan pábulo a la
reflexión de éste. También existen los llamados silencios interactivos, que son
los que van tras la búsqueda de una intención o una relación afectiva entre el
sonido anterior y el siguiente. Por ejemplo, la locutora, súbitamente, lanza
una pregunta al aire a toda la audiencia entera, aparece ese rápido silencio de
más de dos segundos, y comienza a sonar un tema musical. Programas de noche que
intentan hacer compañía y basan su contenido principal en oír testimonios y
confesiones usan muchas veces el silencio interactivo como lenguaje
radiofónico.
Un programa de radio es un
puñado de emisiones (mensajes radiofónicos) que obedecen a una sola temática,
un solo formato, durante un tiempo específico y en la misma ocasión horaria
normalmente.
El programa radiofónico se
reconoce por su nombre, su temática, sus características, su emisora y por
quienes actúan en él, si bien, a lo largo y ancho de los años, todos estos
elementos excepto el primero pueden irse alterando aunque hagamos alusión al
mismo programa.
Todo programa de radio empieza
inevitablemente con una idea. Definimos idea, en este caso, como un conjunto de
características de base que integran la esencia del programa, es decir, las primeros
anotaciones que vamos apuntando en referencia a nuestro programa se trocan en
la idea principal del programa. Más
tarde que estos apuntes sufrirán una evolución, algunos se descartarán y otros cambiarán
hasta que se forme el cuerpo del programa de radio que queramos hacer.
Indudablemente, el primer
objeto de todo programa de radio es que se oiga por una audiencia y que ésta
sea la más vasta posible. Pero nos referimos con este postulado al objetivo general
del programa que estará conformada por varios objetivos, es decir, deseamos un
programa informativo, de entretenimiento, de servicio público, etc.
Los mismos contenidos se
pueden tomar desde diferentes puntos de mira y con diversas estrategias para
conseguir distintos objetivos: se puede hacer una entrevista para informar de
la vida musical de una artista o para conocer el pensar con respecto a tópicos
sociales de interés público que tenga esa artista; dos objetivos distintos con
un solo contenido radiofónico.
Nuestras intenciones, tanto
personales como generales con respecto al programa, se deben ir desarrollando
en este momento lo más enriquecedoramente posible, ya que estos nos ayudarán a
establecer la estructura de nuestro programa. Es claro que si nuestro objetivo
general es hacer reír nunca podremos contar con una sección de sucesos o si por
el contrario nuestro objetivo es promover que la audiencia conozca la
problemática social de nuestro ambiente no tendría mucho sentido realizar una
sección de amenidades.
Tenemos que tener en cuenta la
audiencia potencial a la que va enderezada nuestra propuesta radiofónica. Se
entiende por audiencia potencial las personas que se encuentran en la
posibilidad de escuchar nuestro programa, y no hay que confundirlo con la
audiencia real de nuestra programación que será una determinada cantidad de
personas y que puede coincidir con la edad, sexo e intereses culturales de la
audiencia potencial.
De esta manera, y en ese
sentido, los contenidos de nuestro programa deberán estar de acuerdo con la
audiencia a la que queramos dirigirnos. Es más, debemos estar seguros de que
para el formato de programa que queremos existe una audiencia potencial, es decir,
nuestro programa debe tener audiencia, si no es así, ¿para qué lo estamos
realizando?
El programa puede disponer de una
audiencia muy específica o estar abierto a variadas audiencias en función de
sus contenidos. Generalizar o especificar la audiencia de tu programa depende
de nuestros objetivos finales.
Lo importante en todo este
proceso es generar la participación congénita de las audiencias. Dice Mario
Kaplún en su “Producción de programas de radio”: “El problema de cómo lograr
que el oyente se integre realmente en la comunicación a través de un medio
colectivo e intrínsecamente unidireccional como lo es la radio, es una cuestión
actualmente en debate y sobre la cual no hay aún respuestas ni soluciones
definitivas. El comunicador-educador debe ser consciente de este reclamo de
esta aspiración de que la comunicación de retorno sea lo más real, concreta e
intensa posible; y procurar que sus programas de radio sean participativos y
dialógicos en la mayor medida que lo permitan las limitaciones técnicas del
medio”.
Inevitable en todo esto es el
papel de la tecnología. Contar con buen equipamiento técnico contribuye a
actuar un buen programa radiofónico. En su ensayo titulado “Medios técnicos en
la producción de programas de radio”, el doctor Rodrigo Fidel Rodríguez Borges
afirma que “un futuro prometedor se abre para las audiencias y los
profesionales de radio. A estos últimos les corresponde hacer uso de estas
transformaciones técnicas, primando la creatividad y la renovación de
contenidos, antes que la comodidad y el conformismo con los productos
radiofónicos”.
ENLACES DESCARGABLES DE DOCUMENTOS WEB
http://www.ull.es/publicaciones/latina/a/latina_art93.pdf
ENLACE CON VÍDEO PROPIO
http://www.youtube.com/watch?v=48atA_6evZY
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