sábado, 18 de mayo de 2013

MÁS SOBRE EL QUEHACER RADIOFÓNICO


La unidad oral, la palabra hablada, es imprescindible si hablamos de lenguaje radiofónico. La imaginación expresiva en la radio no tiene por qué pasar inevitablemente por la música o efectos sonoros: la palabra radial no es solamente la palabra por medio de la radio, ésta excluye la visión del oyente. La palabra radiofónica es palabra creada, ayuda a crear, en la mentalidad de quien oye, imágenes, episodios o escenas vinculadas con el mensaje que se recibe.

Aunque en cualquier comunicación hablada lo básico es que las palabras se comprendan, en radio es mucho más importante, ya que la falta de interlocutora real soslaya preguntas o volver atrás en lo dicho. La rapidez de la radio origina que muchas veces su lenguaje tenga repeticiones para que el mensaje sea acogido por la audiencia. La modulación de la voz, de otro lado, es de carácter relevante, toda vez que ella es el medio principal en la transmisión de los contenidos. Por ello, como señala una Cátedra sobre Taller de Periodismo del profesor Sergio Campos Ulloa, “no es necesario gritar para captar la atención de los oyentes, pero sí es necesario efectuar cambios en el volumen de la intensidad de voz utilizada en la lectura de un texto, para ayudar a la comprensión de su contenido”.

Además, es importantísima la concisión y la sencillez. La ausencia de lenguaje no verbal motiva a locutores y locutoras a matizar constantemente sus palabras con intensidades, tonalidades, entonaciones, etc. para que a pesar de esta pérdida visual el lenguaje no prescinda de ninguno de sus matices.

Con la música, el quehacer radiofónico obtiene el apoyo sonoro fundamental para la ambientación de los mensajes radiofónicos, es decir, por obra y gracia de la música podemos enriquecer el lenguaje radiofónico. Tanto con la palabra cuanto con la música, vamos a poder marcar el compás de nuestro programa. Realizar una emisión viva, dinámica, divertida, creativa, o por el contrario mandar un mensaje radiofónico sugerente, misterioso, íntimo, atractivo, etcétera. Del mismo modo podemos equivocarnos y fomentar que nuestro objetivo se vuelva monótono, lúgubre, vacío, simple, e incluso poco interesante.

El sonido y el silencio son dos factores imprescindibles del lenguaje radiofónico. Hay quienes opinan que el silencio en radio no significa un instante de pausa sino de tensión llevado hasta el extremo. La extensión del silencio suscita atención y duda en la audiencia. Pero el silencio, en ocasiones dadas, también es informativo, ya que mueve a la reflexión. Se tiene temor a utilizar el silencio en radio ya que podría representar un fallo técnico y de hecho, en muchas veces lo es, aunque no siempre.

Hay silencios veloces, de menos de dos segundos, que se vinculan con las pausas imprescindibles a la hora de leer un párrafo, un texto o una simple oración. Y hay otros silencios más lentos, que nos asisten para asimilar el mensaje e incluso dan pábulo a la reflexión de éste. También existen los llamados silencios interactivos, que son los que van tras la búsqueda de una intención o una relación afectiva entre el sonido anterior y el siguiente. Por ejemplo, la locutora, súbitamente, lanza una pregunta al aire a toda la audiencia entera, aparece ese rápido silencio de más de dos segundos, y comienza a sonar un tema musical. Programas de noche que intentan hacer compañía y basan su contenido principal en oír testimonios y confesiones usan muchas veces el silencio interactivo como lenguaje radiofónico.

Un programa de radio es un puñado de emisiones (mensajes radiofónicos) que obedecen a una sola temática, un solo formato, durante un tiempo específico y en la misma ocasión horaria normalmente.

El programa radiofónico se reconoce por su nombre, su temática, sus características, su emisora y por quienes actúan en él, si bien, a lo largo y ancho de los años, todos estos elementos excepto el primero pueden irse alterando aunque hagamos alusión al mismo programa.

Todo programa de radio empieza inevitablemente con una idea. Definimos idea, en este caso, como un conjunto de características de base que integran la esencia del programa, es decir, las primeros anotaciones que vamos apuntando en referencia a nuestro programa se trocan en la idea principal del programa.  Más tarde que estos apuntes sufrirán una evolución, algunos se descartarán y otros cambiarán hasta que se forme el cuerpo del programa de radio que queramos hacer.

Indudablemente, el primer objeto de todo programa de radio es que se oiga por una audiencia y que ésta sea la más vasta posible. Pero nos referimos con este postulado al objetivo general del programa que estará conformada por varios objetivos, es decir, deseamos un programa informativo, de entretenimiento, de servicio público, etc.

Los mismos contenidos se pueden tomar desde diferentes puntos de mira y con diversas estrategias para conseguir distintos objetivos: se puede hacer una entrevista para informar de la vida musical de una artista o para conocer el pensar con respecto a tópicos sociales de interés público que tenga esa artista; dos objetivos distintos con un solo contenido radiofónico.

Nuestras intenciones, tanto personales como generales con respecto al programa, se deben ir desarrollando en este momento lo más enriquecedoramente posible, ya que estos nos ayudarán a establecer la estructura de nuestro programa. Es claro que si nuestro objetivo general es hacer reír nunca podremos contar con una sección de sucesos o si por el contrario nuestro objetivo es promover que la audiencia conozca la problemática social de nuestro ambiente no tendría mucho sentido realizar una sección de amenidades.

Tenemos que tener en cuenta la audiencia potencial a la que va enderezada nuestra propuesta radiofónica. Se entiende por audiencia potencial las personas que se encuentran en la posibilidad de escuchar nuestro programa, y no hay que confundirlo con la audiencia real de nuestra programación que será una determinada cantidad de personas y que puede coincidir con la edad, sexo e intereses culturales de la audiencia potencial.

De esta manera, y en ese sentido, los contenidos de nuestro programa deberán estar de acuerdo con la audiencia a la que queramos dirigirnos. Es más, debemos estar seguros de que para el formato de programa que queremos existe una audiencia potencial, es decir, nuestro programa debe tener audiencia, si no es así, ¿para qué lo estamos realizando?

El programa puede disponer de una audiencia muy específica o estar abierto a variadas audiencias en función de sus contenidos. Generalizar o especificar la audiencia de tu programa depende de nuestros objetivos finales.

Lo importante en todo este proceso es generar la participación congénita de las audiencias. Dice Mario Kaplún en su “Producción de programas de radio”: “El problema de cómo lograr que el oyente se integre realmente en la comunicación a través de un medio colectivo e intrínsecamente unidireccional como lo es la radio, es una cuestión actualmente en debate y sobre la cual no hay aún respuestas ni soluciones definitivas. El comunicador-educador debe ser consciente de este reclamo de esta aspiración de que la comunicación de retorno sea lo más real, concreta e intensa posible; y procurar que sus programas de radio sean participativos y dialógicos en la mayor medida que lo permitan las limitaciones técnicas del medio”.

Inevitable en todo esto es el papel de la tecnología. Contar con buen equipamiento técnico contribuye a actuar un buen programa radiofónico. En su ensayo titulado “Medios técnicos en la producción de programas de radio”, el doctor Rodrigo Fidel Rodríguez Borges afirma que “un futuro prometedor se abre para las audiencias y los profesionales de radio. A estos últimos les corresponde hacer uso de estas transformaciones técnicas, primando la creatividad y la renovación de contenidos, antes que la comodidad y el conformismo con los productos radiofónicos”.

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1 comentario:

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