domingo, 30 de junio de 2013

ANALIZANDO EL CONCEPTO DE PARTICIPACIÓN

Cuando ya se ha analizado el actual experimento de los medios de comunicación en su origen y en su sentido se procede luego a anotar algunas observaciones sobre lo que desde la educación puede realizarse, sobre todo en la etapa de la juventud, para despertar, pues, un género de participación en los medios de comunicación que sea de veras constructiva.


Para poder actuar esta labor antes deberemos hacer algunas consideraciones acerca de la participación y su valor. No hay duda alguna de que la participación viene a ser como un valor neurálgico y decisivo en sociedades democráticas como la nuestra, y también un valor muy relevante y demandado para poder juzgar como admisible cualquier modelo educativo, así al menos se reconoce generalmente en el campo de la pedagogía. En el campo de la participación de la vida civil, se define a este acercamiento de la ciudadanía de la siguiente manera: “La noción de participación ciudadana hace referencia a una nueva forma de institucionalización de las relaciones  políticas que se basa en una mayor implicación de los ciudadanos y sus asociaciones cívicas tanto en la  formulación como en la ejecución y el control de las políticas públicas”. Este breve concepto lo hemos tomado del texto “Participación ciudadana y medios digitales: experiencia de inmersión crítica en la participación ciudadana del siglo XXI”, formulado
por Pedro Prieto Martín.
Ahora bien, se puede empezar reconociendo que existe una exageración en educación del vocablo participativo sin concretar qué significa participativo ni dónde se encuentra el valor de la participación ni qué clase de participación es la inestimable, e identificando, sin más, participativo con activo. Cualquier individuo con experiencia en el campo educativo, sea docente o cualquier otro, podrá reconocer clases que cumplen con los parámetros de la supuesta participación y que terminan resultando definitivamente inútiles, así como actividades en las que el estudiante puede no abrir la boca pero en las que ha participado activa y naturalmente. Suele ocurrir con demasiada frecuencia.

En la escuela se acentúa urgentemente el sentido de la participación. “El derecho a participar se presenta, en el ámbito social y político, como el núcleo de la democracia participativa, preferible de suyo a la democracia representativa, ya que supone un compromiso individual más hondo y más amplio en la acción política”, afirma Concepción Naval. El sentido que esta autora le otorga al concepto de participación adopta, en los niveles pedagógicos, una práctica clara y eficiente.

Una reciente encuesta llevada a cabo por Oxford Institute Survey, una institución de la Universidad de Oxford dedicada al estudio de la incidencia de Internet en la sociedad, arroja que la variable que más determina si una persona utiliza o no utiliza la red es el nivel etario, es decir la edad. No el nivel cultural o de renta, sino la edad. Si este estudio se corrobora en otros países, habrá que dejar ya de pensar en esa “brecha digital” en el sentido en que se ha comprendido hasta ahora. En España, el 71’8% de los usuarios de Internet son menores de 34 años, según la última encuesta realizada por la empresa AIMC.

La participación a la que hacemos referencia no puede ceñirse ni sólo ni fundamentalmente a una herramienta de distracción, ni al entretenimiento, ni al activismo. Sino a un compromiso interioren la búsqueda y persecución de algo con mucho valor. Desde este punto de vista, la perspectiva educativa de la participación, que la sociedad puede favorecer por medio de los medios, sólo será tal si realmente fomenta algo valioso y no la participación por sí misma, pues ésta puede tener de repente propósito de mentir o manipular.

Además, la participación impulsada por los vigentes medios de información debe perseguir un compromiso verdadero y un entorno de un auténtico diálogo y debate, que no satanice posturas ni ridiculice miradas, independientemente de lo minoritarias o trasnochadas que éstas aparentemente puedan parecer. Como ya hemos mencionado antes, creemos que la estructura informática de internet y las nuevas alternativas mediáticas pueden ofrecer verdaderas oportunidades para poder sugerir estos objetivos.

La consecuencia directa de todo lo dicho es que educar para la participación no es algo diferente de educar en su sentido más profundo y más arraigado en la cultura occidental, pues estamos hablando de comunicación, valor, verdad, etc., términos que nos conducen a algunas de las dimensiones más profundas del ser humano.

Frente al género de participación instrumental que sólo precisa de una preparación instrumental, debemos señalar que el aprendizaje tecnológico con ser importante no es el más trascendente. Es necesario de nuevo enfatizar en la formación de virtudes y valores clásicos que puedan ayudar al ser humano a encarar de forma más humanizada su relación con los nuevos medios de comunicación.

Instruir para la participación en los medios de comunicación, es formar seres humanos sesudos, que puedan discriminarla verdad de la mentira, lo importante de lo banal, que aprendan a diferenciar dónde tienen que acudir y a quién en función de lo que quieran aprender. Qué hallen el valor relativo de las opiniones y sepan enjuiciar la fiabilidad de las fuentes que les ofrecen la información. Es también facilitar el molde de personas justas que no monopolicen instituciones ni tiempos, que estén dispuestos siempre a escuchar de forma crítica todos los argumentos. Es formar personas que sepan defender sus convicciones frente al ruido que el mundo, muchas veces autócrata aunque tenga simple forma de liberal, puede producir lo políticamente correcto. Es formar personas dueñas de su idea, que puedan resistir lo que los antiguos clásicos denominaban “curiositas”, vicio que por ahora está muy bien alimentado por ese gran banquete de lo frívolo que es los medios de comunicación.

Por último, y como asistimos a un mundo donde se ha potenciado al máximo y hasta cotas inimaginables el individualismo, es menester recordar que formar para la participación demanda una vida comunitaria sólida. El individuo aislado, solitario y enajenado es blanco fácil de los grupos de poder que manejan a su antojo los hilos de la comunicación. La pertenencia a pequeñas comunidades civiles resulta fundamental como defensa tenaz del pensamiento crítico. Si no hay referentes próximos a los que acudir, terminaremos por ser modelados y moldeados por los que administran sin nuestra licencia el poder.

Hay, de otro lado, un artículo de Eduardo Perero Van Hove titulado “Participación ciudadana” en el cual aborda algunas ventajas dignas de ser mencionadas: cambio de actitudes cotidianas y por tanto de mentalidad; comprender lo global mediante la implicación local; obtención de información precisa; desarrollo endógeno; mantenimiento y vigilancia. Todas estos escenarios desencadenados por la participación contribuyen y fortalecen la experiencia en la medida en que se genera una costumbre habitual para la resolución de distintos problemas.

LA RADIO COMO EJE DE PARTICIPACIÓN
La participación cada vez más activa de las audiencias respecto de la radio ha creado todo un clima de interactividad. Y así lo constata un estudio realizado por la Universidad de Valladolid bajo el nombre de “Interactividad y participación en la radio”: “En la última década la revolución tecnológica a la que hemos asistido ha supuesto multitud de aportaciones en el campo de la comunicación, siendo una de las más importantes el uso y el desarrollo de la interactividad. La implantación de estas nuevas herramientas participativas en los medios y en concreto en el mundo radiofónico, han permitido un avance significativo tanto en los métodos interactivos como en el propio concepto de programa de radio”.


Es indudable el sentido de pertenencia que gira en torno a la radio. Es indiscutible su llegada más próxima a un público sumamente amplio. Susana Herrera Dama escribe lo siguiente: “Segun la presencia que el medio tiene en la sociedad, es preciso afirmar en primer lugar que la radio goza de una alta penetración social, temporal y espacial y de una amplia difusión popular”. De allí su enorme cercanía con las emociones sociales. De allí su permanente acercamiento a la ciudadanía.

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MEDIOS, FUENTES, CREDIBILIDAD Y OTROS.

Ya se ha dicho antes, las radios comunitarias tienen un espíritu local. Su mismo nombre nos hace comprender el fuerte vínculo que mantiene con las grandes mayorías marginadas. Esta relación comenzó en los años setenta donde la población que demandaba profundos cambios sociales encontró en dicho medio un espacio propició donde expresarse, un nexo inquebrantable se formó desde aquella época; fue entonces que comenzó el sueño cumbre de la radio popular: invertir a la sociedad de tal forma que las grandes mayorías puedan ser respetadas y tenidas en cuenta en la toma de decisiones.

Algunos pensarían que este sueño ya es trasnochado, pues la era de la globalización ha prometido igualdad y crecimiento para todos. Pero nos hemos dado de bruces con la triste realidad de que esto no es verdad, por el contrario la distancia entre los pobres y los ricos se va acrecentando cada día más, y las voces de protesta se alzan hoy más altas que antes, nuestro país se encuentra oscilando actualmente por dicha razón. La radio entonces tiene un arduo trabajo por hacer. Si la brecha ha crecido, significa que se han generado cambios. Cambios que la radio debe tener en cuenta para hacerles frente.

Esta nueva época tiene como objetivo la democracia (meta porque en la práctica la democracia aún no llega en su plenitud), por lo que la radio deberá emplearse como espacio de diálogo y concertación, al mismo tiempo discutir sobre lo que acontece en el ámbito regional y nacional. Las nuevas luchas sociales abren paso a nuevos actores de la lucha popular, es así que en la actualidad existen distintos e importantes grupos de defensa por la calidad de vida y la defensa de los derechos ciudadanos; los problemas hacen surgir diversas voces que tienen como característica la búsqueda de la construcción de instituciones más democráticas y responsables. Tal vez lo que más desoriente a la radio es el usufructo de la tecnología, pues esta se revela sumamente tentadora y sin embargo podría envolverla en la enmarañada urdimbre del mercantilismo haciéndola perder de a pocos su identidad y razón de ser; para que esto no llegue a suceder la radio debe tener consciencia de los pros y contras que supone la tecnología, encontrando el camino perfecto para poder emplear la tecnología.

CÓMO CONSTRUIR PODERES
La radio a lo largo de las décadas ha significado una fuente de poder, pero un poder no como una formalidad o actitud que represente autoridad, sino como la capacidad transformadora de la práctica por medio de la cual unos individuos  o instituciones se transforman en sujetos, en actores que tratan de alterar el orden de lo que se estima injusto y a veces ilegítimo.

La radio pocas veces confrontó a los grandes actores que tenían a la radio en sus poderes, bajo su dominio social y política, pocas veces debatieron abiertamente con los sistemas y las políticas educativas oficiales, y como premio a eso fue considerada como sitio de aprendizaje, de producción de saberes propios y colectivos de diversas comunidades. Es entonces a raíz de este reconocimiento que la radio se afirmó como medio informativo y poco a poco en abierta confrontación con los medios masivos hegemónicos (solo en este caso).

La radio tiene numerosos retos, precisa saber cuál es la información socialmente imprescindible, sin caer en la medianía de la información social, ya que la radio es vista con la posibilidad de ser empleada como herramienta para generar conocimientos oportunos, y es como están respaldando su condición de verdaderas escuelas educativas, con añadidos de conocimientos alternativos y calificados; las radios son la relación comunicativa, un habla que exige la escucha, palabras y sonidos que se lanzan buscando aprehensión, respuesta, deseos, opiniones etc.

Hay una nueva cultura política; a la radio ahora le toca abrir espacios para el debate y la concertación sobre asuntos de interés público; pues ya no se pueden resolver conflictos por medio de acciones violentistas.  Estas radios lo que deben hacer es poner nuevos temas en agendas públicas y discutir los grandes asuntos de su región y de su país. Apoyar con más ímpetu la idea de que la ciudadanía también puede darle un vuelco a los problemas o conflictos sociales ya sea por medio propio o valiéndose de información exterior para debatir grandes temas de interés regional y a escala nacional.

MEDIOS Y PÚBLICOS
La participación del público es hoy en día de carácter fundamental, en todo medio informativo, pues a través de este se alcanza a saber qué tanta acogida se está teniendo o qué tan bien están llegando los mensajes a los oyentes o al público en general. En la actualidad son los medios  vía online  los promotores de la mayor interacción entre medios y público, donde ya no se habla de una comunicación en una sola dirección sino una comunicación multidireccional. Incluso, esta nueva alternativa en el campo de los medios genera fuertes corrientes de opinión. Cada nueva forma de hacer vida mediática está ocupando un sitio importante y paralelo a los medios tradicionales. En este sentido se puede definir la participación ciudadana como todas aquellas experiencias que remiten a la intervención de los individuos en actividades públicas para hacer valer intereses sociales, en este caso su interés social será recibir información y a la vez ser partícipe  de ella como emisor o como gestor de una determinada opinión.  La relación que debe haber entre público y medio es fundamental, pues los medios de comunicación sociales son los espacios más adecuados para fomentar la participación ciudadana o participación cívica. 


El vínculo de cualquier ciudadano con la información ya no conoce de fronteras, las personas se han convertido en agentes permanentes en trance de recibir información; los medios electrónicos se han convertido en el eje central de la información. Dejando rezagado a la información en televisión, pues en radio la situación es distinta, pues la radio aún sigue (en algunos casos) promoviendo la comunicación participativa para el desarrollo del mundo social, ya que a pesar de que la radiodifusión se demarque por fines comerciales, tiene una característica principal de vocación hacia audiencias que la hace no solo simple transmisión de información sino que alienta la creatividad en la radiodifusión, en algunos casos la radio sí apuesta por promocionar la creatividad, la generación de escucha de opiniones, puesto que la radio dispone de códigos e instrumentos expresivos propios que revalorizan su función estética y, al mismo tiempo, enriquecen su función comunicativa, así suscitando una excelente participación ciudadana de cara a la emisión de información de parte de las audiencias, en un ejercicio permanente de respuestas.

LAS FUENTES
Los periodistas sustentan su labor en las fuentes de información; tan fundamental como saber redactar es tener buenas fuentes y así, entre ellas y el hombre de prensa, se crea una relación de recíproca necesidad. Afirman Andreu Casero Ripollés y Pablo López Rabadán en un ensayo titulado “La evolución del uso de las fuentes informativas en el periodismo español” estas palabras: “Las fuentes informativas son un elemento fundamental del periodismo. Su estudio resulta esencial para analizar la competencia mediática a la hora de construir la realidad social. Las fuentes constituyen un componente básico del proceso de producción y selección periodística y son capaces de condicionar decisivamente el contenido (agenda) y el enfoque (framing) de la cobertura informativa. Igualmente, su uso constituye un indicador de calidad periodística relevante”. Una fuente es la persona que el periodista mira o entrevista y que actúa invariablemente de acuerdo a la representación de un grupo y que procura información. De cualquier manera, para completar esta concepción hay que señalar que fuente de información también son las fuentes escritas; actualmente, naturalmente, los centros de datos son importantísimos. En algunos casos, una fuente proporciona una filtración. Las fuentes precisan de los periodistas porque solos con su información no valen mucho. Cualquier persona que pueda tener acceso a información exclusiva o no, se puede convertir en una fuente. Los periodistas tienen la disponibilidad de afirmar si son válidas o no, conservando únicamente a aquellas que dan información válida.

Para su actividad el periodista se apresta a crear su red de fuentes según la temática en la que destaque. Inicialmente, elegirá las fuentes oficiales, que luego irá descartando con el tiempo a las que no dan selecta información e incorporando a otras que proceden a ocupar su lugar. Para el periodista de investigación las fuentes no tienen los mismos añadidos que para el periodista de información asidua. En el periodismo rutinario y monótono muchas informaciones llegan de frente al medio de las fuentes institucionales, a través de dependencias de prensa y relaciones públicas o de oficinas de imagen institucional. En otras situaciones, el periodista es convocado a reuniones de prensa para recibir directamente declaraciones oficiales, tiendo la posibilidad de interrogar, cuestionar y formular preguntas. En la tarea periodística de investigación las fuentes institucionales carecen de escaso interés, sobre todo cuando no van a facilitar la información que se necesita para la investigación. La fuente perfecta sería una fuente pública, con información predilecta, pasiva pero abierta, que se deja identificar, que contribuye con el periodista y que nos provee documentos secretos, que sea confidencial y que actúe sólo con nosotros. Esta es lo ideal.

Por otro lado, el proyecto ilustrativo de Antonio Nariño, “La relación entre los periodistas y sus fuentes” dice lo siguiente: “Una regla fundamental del periodismo es ser independiente respecto de aquellos sobre los que se informa. Un periodista le debe lealtad a sus lectores y a nadie más. Ni siquiera al dueño del medio que le paga. Sin embargo, los estudios confirman una y otra vez que los periodistas inconsciente o deliberadamente terminan escribiendo con mucha frecuencia para sus fuentes”. Regla fundamental susceptible de ser establecida obligatoriamente en el oficio.

 

LA CREDIBILIDAD EN LOS MEDIOS
Los medios de comunicación se ven forzados a producir información para satisfacer las demandas de las televisiones, radios y cotidianos en formato digital. La búsqueda de la verdad queda frecuentemente muy remota en las preocupaciones de los productores de información y, además, la labor hay que realizarlo demasiado de manera apresurada.

El auge de los medios de comunicación acaecido en las últimas décadas, ha suscitado, indudablemente, una diversificación y revolución de los modos tradicionales de llevar la información a las audiencias.
La consecuencia inmediata o mediata en el terreno de los medios es el cambio de índole de los valores tradicionales de la comunicación: los medios dejan de ser entidades de referencia social para transformarse en un mero negocio, una inversión; dejan de ser garantes y responsables de la libertad de expresión y configuran su naturaleza en una suerte de promotores de entretenimiento y esparcimiento.

En la actualidad se experimenta un panorama muy difícil respecto de la credibilidad. Es frecuente oír por todas partes cómo se fabrican mentiras o cómo se infla la información, como sinónimo de que algo no es enteramente verídico.

Este apuro representa la queja más asidua de los periodistas. La exigencia de información conduce a un cambio en la forma de la información como servicio, que se troca en mercancía para su consumo.

Asimismo, Pablo Blesa Aledo asevera en su “La crisis de credibilidad de los medios de comunicación en las democracias occidentales: poder y globalización” la siguiente gran verdad: “Los ciudadanos de las democracias occidentales sufren un deterioro de la percepción, que se agudiza por la falta de información, y que podría ser un handicap en el ejercicio de su responsabilidad ciudadana: dan por garantizada la existencia de medios de comunicación, radios, televisiones y periódicos libres e independientes. Como ha escrito Van Hulten, las democracias occidentales suelen mostrar gran preocupación por los impedimentos a la libertad de prensa en Rusia, en Zimbabwe o en el mundo árabe, pero se abstienen de todo comentario sobre los procesos monopolizadores que se desarrollan en el interior de sus Estados”.

Todas las mañanas los ciudadanos de nuestro país inician la jornada cotidiana hojeando la prensa, oyendo la radio o contemplando la televisión, sin tener absoluta consciencia de que tienen ante sus sentidos el instrumento más poderoso de nuestro tiempo. En todo el globo, gobiernos, estados, instituciones, terroristas, empresas y organizaciones estiman prioritario transmitir su mensaje a través de los medios, lo que acrecienta día a día su poder.

Las bajas en los índices de difusión de periódicos, su cada vez mayor concentración en un puñado de bloques industriales y su creciente dependencia de los intereses económicos de esos grupos son las características principales de la prensa escrita actual.

Pero esta crisis posee también causas intestinas, que responden principalmente a la disminución de credibilidad de la prensa escrita. En primer término, porque ésta pertenece cada vez más –como hemos observado– a grupos empresariales que detentan el poder económico y que están en una permanente componenda con el poder político.

La credibilidad va emparentada con la verdad, la objetividad, la independencia de criterios y la integridad profesional y moral, toda vez que si el periodista o el medio tienen una profunda credibilidad significa que nunca estuvieron implicados o fueron considerados por alguna patraña en la difusión y la interpretación de las noticias.

Y también porque el sesgo, la carencia de objetividad, la mentira, las tergiversaciones, las filtraciones, o simplemente las imposturas, no paran de aumentar. Sabemos que no hubo ninguna época dorada ni belle epoque de la información, pero actualmente esas alteraciones llegaron también a los diarios de calidad relativamente rescatables.

Eso se debe también al elevado número de periodistas mal remunerados, expuestos a la corrupción, laborando en medios donde no hay separación entre ente gubernamental y grupos económicos, medios unidos en inmensos conglomerados.


Lo deseables es que podamos disponer de medios de información en donde la ética, la moral, la imparcialidad y la credibilidad sean el motor cardinal del desarrollo colectivo, pero hay que conseguirlo poniendo en marcha esos valores que dan como fruto y resultado inequívoco un buen periodismo.

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