domingo, 11 de noviembre de 2012

TÓPICOS SUSTANTIVOS EN TORNO AL TEMA DE LA RADIO


RESUMEN
Se habla de la independencia del periodismo en toda coyuntura histórica como un factor de ética inherente al ejercicio del oficio. Un periodismo más comprometido debe generar un mayor acercamiento a los sectores más desprotegidos. Ésa es la función del periodismo. Por otro lado, se develan problemas que debieran merecer un mayor enfoque de los estudios modernos, la importancia de las audiencias y una renovación en la producción de formatos radiofónicos. Se esboza un panorama de la radio como ente perdurable de la sociedad.

PALABRAS CLAVE
Independencia, periodismo radial, formatos radiofónicos, audiencias, radio.


I


La experiencia del periodismo en Radio La Luna dentro del panorama intenso que acabó con la caída del régimen de Jamil Mahuad, en Ecuador, pone de relieve dos puntos capitales: el sentido social del periodismo y la vocación, digamos, heroica que el ejercicio de este oficio supone. La primera de ellas resulta de inapreciable valor en la medida en que se requiere un periodismo independiente, alternativo, libre de las tentaciones del poder. En Ecuador, la radio puede haber ganado a una gran emisora. Aunque la etapa es aún incipiente, como en el Perú, podemos valorar estas estrellas que brillan aisladas de la constelación general.

Vayamos al primer punto: la necesidad de un periodismo independiente. Llevemos esta materia a estas comarcas peruvianas.

En El Perú hace años que se nota una cobarde deserción del periodismo peruano. Tanto así que podemos hablar de una relación abiertamente promiscua entre éste y el poder. Aquí el periodismo ha dejado de considerarse como un permanente ejercicio del civismo honrado para pasar a formar parte de las multitudes prosternadas a los poderes. Tenemos, pues, mucha materia que componer y mucha miseria que condenar.

La necesidad de un periodismo sustancialmente social se nos presenta hoy día como una realidad ineludible. La distancia que la prensa debiera mantener con el poder político y económico debe ser intocable e insalvable. Radio La Luna, en Ecuador, cayó en la incertidumbre cuando Jamil Mahuad empezó a mirar de soslayo las migajas de los poderes. Un caso parecido se revela aquí durante las últimas campañas políticas presidenciales, cuando un cierto sector de la prensa se entusiasmó con las promesas de cambio que sustentaban el programa del actual presidente Ollanta Humala. Muerto ese Humala revolucionario, la experiencia devino en una cruel bofetada a los principios que habían promovido sus lineamientos políticos, La prensa que antaño lo había apoyado, ahora se ha convertido en divulgador de las políticas estatales que se contradicen con las promesas de campaña. Los ejemplos saltan a la vista: el semanario “Hildebrandt en sus trece”, el diario “La Primera”, entre otros. El caso de César Hildebrandt resulta particularmente ilustrativo. Ya antes el periodista había expresado en una entrevista: “En la profesión yo he cometido muchos errores leves o graves. Uno de ellos durante el gobierno militar cuando, entusiasmado por las posibilidades reformistas, suprimí eventualmente mi conciencia crítica y llegué a no ser explícito en condenar las medidas represivas que afectaban a los otros poderes y a algunos colegas”. En otra lado de la entrevista afirma que “no hay un periodismo que valga la pena sin ética social de peso”  que “no hay éxito que merezca vivirse si no hay compromiso con la gente que sufre”.

Estas premisas de Hildebrandt son capitales para los alumnos que desean ejercer la bella profesión del periodismo. Pues necesitamos un periodismo que posea, prevalentemente, un sentido social, un compromiso con los más débiles. La escena académica acusa a unos estudiantes domesticados únicamente para sustentarse económicamente, es decir oficiando de periodistas pálidos, grises, sin fundamento ni afán de lucha. Es preciso reformar estas perspectivas.

El otro tema que nos recuerda el caso de Radio La Luna es el desenvolvimiento práctico que deben poseer todos los periodistas indiscriminadamente. En la coyuntura que preludió la caída de Mahuad, el actuar del equipo de prensa de la citada radio fue un dechado admirable. La gran cobertura propiciada fue acaso insuperable. Y el valioso aporte de los hombres de prensa de la misma emisora fue digno de las más hondas de las felicitaciones. El febril ejercicio fue tal que retornaron de inmediato a nuestra memoria, como reminiscencias vagas y difusas, aquel caso Watergate que acabó con la renuncia del indeseable Richard Nixon. La ardua cobertura periodística que se le dio a este caso fue de las más tenaces. Silvio Waisbord, periodista americano, condensó el aporte del Watergate a la prensa mundial: “el desempeño de la prensa durante el caso Watergate se consideró el espejo que refleja lo mejor que el periodismo puede ofrecer a la democracia: hacer que el poder rinda cuentas”.



II


El influjo de las nuevas tecnologías y, por tanto, nuevas formas de informar le concede al periodista un papel sumamente necesario. Es necesario procesar la información, así como es necesario más periodistas con la capacidad de sustraerse a las dependencias económicas e ideológicas. Todo esto, sin embargo, empieza a correr considerable peligro, toda vez que las nuevas tecnologías que se desarrollan en nuestros días se sienten tentados a anular al periodista.  Ignacio Ramonet es una de las voces inteligentes y precursoras que ha comenzado a advertir este hecho inédito. En un ensayo, se refiere al papel del periodista con las siguientes palabras: “En el triángulo de la comunicación formado por el acontecimiento, el receptor y el mediador hay uno de estos tres elementos que deja de tener importancia a partir de ahora”. Las nuevas formas de comunicar comienzan a gestionar la gradual extinción del comunicador. El modelo ya comienza a formar parte de los países occidentales. El Perú, que es un remedo del sistema comunicacional occidental, acaso, y después de todo, no será la excepción.

El periodismo puramente objetivo, por otro lado, es un periodismo gris. No se concibe el desapasionamiento en el oficio. No digamos sectarismo, que es un significado diferente. Lo que pretendemos decir es que un periodismo sin ánimo social no es sino la indiferencia subordinada al mero ejercicio de un oficio alimenticio (léase, que nos dará de comer). Es cierto que los comunicadores son intermediarios entre las realidades y los públicos o audiencias, pero de cualquier manera lo que se busca es que el periodista tenga una cierta tendencia a los sectores más desfavorecidos, que tenga un compromiso más sólido con los débiles. De otra manera, el quehacer periodístico resulta inconcebible.

Resulta triste que en estos tiempos light nadie repare en antiguos paradigmas del periodismo. Manuel González Prada tenía una personalidad mancomunada con los estratos más bajos. Desde sus tribunas periodísticas, brindó el apoyo moral para la concreción de la jornada de las ocho horas. Sin él, este hecho resultaría hasta ahora un deseo anegado por la historia fracasada. José Carlos Mariátegui es otro personaje que es preciso mencionar. Su aporte inconmensurable nos entera de su buena teoría y práctica en las labores sindicales, buscando en cualquier momento reivindicar a los públicos desprovistos de voz. Es necesario retornar a los nuestros.



III


En cualquier situación del periodismo, las audiencias suponen parte inherente e intrínseca al hecho de ejercer el trabajo de prensa. Ellas forman nuestro destinatario, ellos son la diana del blanco. En ese sentido, toca, pues, darle el realce que ellas merecen y estudiar sus características para saber quiénes componen la masa  a que nos dirigimos cotidianamente.

Todos los estudios que se han circunscrito al estudio de las audiencias (sea en el réclame, en la publicidad o en la propaganda) se ajustan a un solo objetivo que es conocer la audiencia, saber de sus deseos, conocer sus necesidades más vehementes.

¿Pero qué son las audiencias? Miles de concepciones son las que pululan en la vasta bibliografía que pudiérase obtener; sin embargo, una de las más adecuadas es la que ofrece Guillermo Orozco Gómez: “Ser audiencia significa hoy, en primer lugar, una transformación sustancial de la estructuración de los sujetos. Su cohesión y sus subdivisiones estamentarias, antes definidas por criterios segmentativos de género, edad, clase y etnia, o aun de trabajo, producción, nivel educativo y orientación religiosa y política, se realizan cada vez más en una espiral de «massmediación globalizante» que hace estallar sus límites, privilegiando el criterio transversal de segmentación mediática (dime qué canal ves y te diré qué es lo que te gusta y, por tanto, desde dónde escuchas, miras y sientes), que a la vez que inaugura y diferencia segmentos a partir de intercambios simbólicos y gustos, enfatiza y privilegia el juego de subjetividades, sensibilidades, emociones, gratificaciones y placeres”.

Advirtiendo la noción anterior (que se adapta perfectamente al impacto inequívoco de las nuevas tecnologías), entonces, podemos subrayar que el estudio de las audiencias ha dejado de constituir un mero establecimiento de límites a las características de ella, para convertirse en un referente casi estadístico de las actitudes que ellas adoptan en momentos determinados. Las audiencias, pues, son primas hermanas de la opinión pública.



IV


Decía en un momento brillante el poeta César Vallejo: “El artículo que sólo toca a las masas es inferior. Si sólo toca a las elites se acusa superior. Si toca a las masas y a las elites, se acusa genial, insuperable”. Parafraseando a Vallejo podemos extender esta consigna cuando nos corresponda hablar de cualquier género periodístico: lo mismo, por ende, puede suceder con una crónica, una nota informativa, un reportaje radiofónicos. Ya César Lévano ha recordado que “se ha olvidado (…) que un diario o una revista o un programa radial o televisivo es una orquesta polícroma en la que deben caber, armoniosamente, todos los géneros”. Al contrastar los principios básicos de la teoría con el descorazonador panorama práctico de nuestros días, observamos un continuo desdén por la incursión de géneros radiofónicos que no sean la nota informativa. Son raras las excepciones que se aventuran en la empresa de desempolvar y editar viejos géneros como los radiodramas o producir crónicas y demás géneros de radio.

La radio es acaso un medio más cercano a las audiencias. Crea un grado de participación tal que podemos hablar de un sentimiento de participación. La gente crea sus identidades en función a las puestas en antena de diversos programas. El empoderamiento, podemos afirmar, no nace por generación espontánea: la radio abre el cauce que desencadena el referido proceso.

Es preciso, por tanto, saber qué reacciones debemos suscitar en cada uno de las bases de la audiencia. “El carácter fónico, o sea la percepción por el oído de la información transmitida, es la principal característica que deben tener en cuenta todos los que se dedican a la preparación de programas radiofónicos”, dice Mijail Minkov.

La respuesta que suelen dar frecuentemente los profesionales de la radio, en lo que respecta al desdén por ciertos formatos y géneros, alude directamente a la escasez de tiempo de que disponen. Pero no hay que olvidar que si los que se encargan de marcar la agenda radiofónica olvidan el buen uso de sus herramientas, la radio continuará durmiendo el sueño de los justos. La llegada a la ciudadanía no debe ser un hecho aislado de la utilización de todos los instrumentos al alcance de la mano. La participación de la ciudadanía en los contenidos es el fin. La renovación de todos los elementos en el proceso radiofónico deben ser los medios. He ahí la solución al problema.



V


Gabriel García Márquez, el magistral escritor, ha sido muy optimista en su visión respecto de la radio: “La humanidad entrará en el tercer milenio bajo el imperio de las palabras. No es cierto que la imagen esté desplazándolas ni que pueda extinguirlas. Al contrario, está potenciándola: nunca hubo en el mundo tantas palabras con tanto alcance, autoridad y albedrío como en la inmensa Babel de la vida actual”.

Un botón de muestra de que la radio no va a desaparecer es que lisa y llanamente las palabras no van a desaparecer. El ciego control que ha ejercido la historia de las dictaduras opresivas sobre la radio ha sido indispensable para perpetuarse en el poder. No hay excepciones, porque la palabra ha sido penetrante y puede convertirse, en la medida en que se lo use para despertar conciencias sumidas en el adormecimiento, para suscitar el vuelco hacia la realidad tan escapada de nuestras manos. La radio, fruto máximo de la transmisión de las palabras, no ha de morir, contrariamente a lo que piensan y dan pábulo ciertas pitonisas excluyentes.

No obstante la radio hoy ha dejado de ser principal vocero de la ciudadanía para pasar a formar parte del séquito mediático de los grandes poderes. Ha terminado enrolado en la causa impropia de la cohorte de las clases dominantes. En un texto, Max Horkheimer y Theodor W. Adorno  afirman que “la radio puede convertirse en la boca universal del Führer”.

Este es uno de los principales que hoy encara la radio. Una disyuntiva se abre paso en este tópico: o sumarse a las greguerías indignas o generar radio alternativa”. Ya a los profesionales les tocará decidir.

Por su enorme acogida y su formidable sentido de participación que la radio crea, las audiencias cifran cada vez más su confianza en ésta. La esperanza las toma, encarnada en ella. Pero la realidad se denuncia más alejada de la ciudadanía. Más aún, ella se revela contraria a los intereses de ella. “En casi todos los países del mundo –escribe Ezequiel Martínez Estrada– el Estado tiene una intervención decisiva en las transmisiones, cuando no ejerce el monopolio. Transmite lo que interesa al país o al gobierno, no aquello que se tendría placer en escuchar”.

CONCLUSIONES
·         En los centros de estudio, a los estudiantes se les educa con una visión íntegramente mecanizada del periodismo, que es la de la búsqueda eterna del periodismo.
·         La radio está desertando en su función principal: crear participación y empoderamiento. Sin los medios para realizarlos (los formatos radiofónicos), los objetivos se vuelven un vulgar miraje.
·         Tanto la prensa radiofónica como la prensa radial y televisiva se van sumando a las clases dirigentes de las naciones, todo en consecuencia del fortalecimiento sin cortapisas de los poderes.

PROPUESTAS
·         La concreción de un periodismo situado en los dominios de los ciudadanos será un oficio más ceñido a la voluntad social del pueblo.
·         Debemos promover, de cualquier suerte, la renovación técnica de la radio en el sentido de replantear criterios relativos a la programación y los formatos radiofónicos.
·         Es preciso limitar la galopante libertad con que las clases dominantes usufructúan los derechos que debieran ser de todos los ciudadanos. Enrolar los instrumentos de la sociedad civil es un ejercicio que hasta ahora no encuentra un límite.

REFERENCIAS
·         GARCÍA MÁRQUEZ, Gabriel. Botella al mar para el dios de las palabras. Texto incluido en “Yo no vengo a decir un discurso”. Buenos Aires: Argentina. Editorial Sudamericana. 2010.
·         GARCÍA NARANJO, Reynaldo. Entrevista a César Hildebrandt en “Talleres de comunicación”. 1983.
·         HORKHEIMER, Max y W. ADORNO, Theodor. Dialéctica del Iluminismo. Buenos Aires: Argentina. Editorial Sudamericana. 1997.
·         LÉVANO, César. Últimas noticias del periodismo peruano. Lecciones y perspectivas.
·         MARTÍNEZ ESTRADA, Ezequiel. La cabeza de Goliat. Microscopía de Buenos Aires. Buenos Aires, Losada, 1983.
·         MINKOV Mijail, El periodismo radiofónico. Editado por la Organización Internacional de Periodistas.
·         OROZCO GÓMEZ, Guillermo. Audiencias, televisión y educación: una deconstrucción pedagógica de la “televidencia” y sus mediaciones en “Revista Iberoamericana”. 2007.
·         RAMONET, Ignacio. Medios de comunicación, sociedad y democracia.
·         VALLEJO, César. El texto completo no ha sido aún publicado.





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