domingo, 30 de junio de 2013

ANALIZANDO EL CONCEPTO DE PARTICIPACIÓN

Cuando ya se ha analizado el actual experimento de los medios de comunicación en su origen y en su sentido se procede luego a anotar algunas observaciones sobre lo que desde la educación puede realizarse, sobre todo en la etapa de la juventud, para despertar, pues, un género de participación en los medios de comunicación que sea de veras constructiva.


Para poder actuar esta labor antes deberemos hacer algunas consideraciones acerca de la participación y su valor. No hay duda alguna de que la participación viene a ser como un valor neurálgico y decisivo en sociedades democráticas como la nuestra, y también un valor muy relevante y demandado para poder juzgar como admisible cualquier modelo educativo, así al menos se reconoce generalmente en el campo de la pedagogía. En el campo de la participación de la vida civil, se define a este acercamiento de la ciudadanía de la siguiente manera: “La noción de participación ciudadana hace referencia a una nueva forma de institucionalización de las relaciones  políticas que se basa en una mayor implicación de los ciudadanos y sus asociaciones cívicas tanto en la  formulación como en la ejecución y el control de las políticas públicas”. Este breve concepto lo hemos tomado del texto “Participación ciudadana y medios digitales: experiencia de inmersión crítica en la participación ciudadana del siglo XXI”, formulado
por Pedro Prieto Martín.
Ahora bien, se puede empezar reconociendo que existe una exageración en educación del vocablo participativo sin concretar qué significa participativo ni dónde se encuentra el valor de la participación ni qué clase de participación es la inestimable, e identificando, sin más, participativo con activo. Cualquier individuo con experiencia en el campo educativo, sea docente o cualquier otro, podrá reconocer clases que cumplen con los parámetros de la supuesta participación y que terminan resultando definitivamente inútiles, así como actividades en las que el estudiante puede no abrir la boca pero en las que ha participado activa y naturalmente. Suele ocurrir con demasiada frecuencia.

En la escuela se acentúa urgentemente el sentido de la participación. “El derecho a participar se presenta, en el ámbito social y político, como el núcleo de la democracia participativa, preferible de suyo a la democracia representativa, ya que supone un compromiso individual más hondo y más amplio en la acción política”, afirma Concepción Naval. El sentido que esta autora le otorga al concepto de participación adopta, en los niveles pedagógicos, una práctica clara y eficiente.

Una reciente encuesta llevada a cabo por Oxford Institute Survey, una institución de la Universidad de Oxford dedicada al estudio de la incidencia de Internet en la sociedad, arroja que la variable que más determina si una persona utiliza o no utiliza la red es el nivel etario, es decir la edad. No el nivel cultural o de renta, sino la edad. Si este estudio se corrobora en otros países, habrá que dejar ya de pensar en esa “brecha digital” en el sentido en que se ha comprendido hasta ahora. En España, el 71’8% de los usuarios de Internet son menores de 34 años, según la última encuesta realizada por la empresa AIMC.

La participación a la que hacemos referencia no puede ceñirse ni sólo ni fundamentalmente a una herramienta de distracción, ni al entretenimiento, ni al activismo. Sino a un compromiso interioren la búsqueda y persecución de algo con mucho valor. Desde este punto de vista, la perspectiva educativa de la participación, que la sociedad puede favorecer por medio de los medios, sólo será tal si realmente fomenta algo valioso y no la participación por sí misma, pues ésta puede tener de repente propósito de mentir o manipular.

Además, la participación impulsada por los vigentes medios de información debe perseguir un compromiso verdadero y un entorno de un auténtico diálogo y debate, que no satanice posturas ni ridiculice miradas, independientemente de lo minoritarias o trasnochadas que éstas aparentemente puedan parecer. Como ya hemos mencionado antes, creemos que la estructura informática de internet y las nuevas alternativas mediáticas pueden ofrecer verdaderas oportunidades para poder sugerir estos objetivos.

La consecuencia directa de todo lo dicho es que educar para la participación no es algo diferente de educar en su sentido más profundo y más arraigado en la cultura occidental, pues estamos hablando de comunicación, valor, verdad, etc., términos que nos conducen a algunas de las dimensiones más profundas del ser humano.

Frente al género de participación instrumental que sólo precisa de una preparación instrumental, debemos señalar que el aprendizaje tecnológico con ser importante no es el más trascendente. Es necesario de nuevo enfatizar en la formación de virtudes y valores clásicos que puedan ayudar al ser humano a encarar de forma más humanizada su relación con los nuevos medios de comunicación.

Instruir para la participación en los medios de comunicación, es formar seres humanos sesudos, que puedan discriminarla verdad de la mentira, lo importante de lo banal, que aprendan a diferenciar dónde tienen que acudir y a quién en función de lo que quieran aprender. Qué hallen el valor relativo de las opiniones y sepan enjuiciar la fiabilidad de las fuentes que les ofrecen la información. Es también facilitar el molde de personas justas que no monopolicen instituciones ni tiempos, que estén dispuestos siempre a escuchar de forma crítica todos los argumentos. Es formar personas que sepan defender sus convicciones frente al ruido que el mundo, muchas veces autócrata aunque tenga simple forma de liberal, puede producir lo políticamente correcto. Es formar personas dueñas de su idea, que puedan resistir lo que los antiguos clásicos denominaban “curiositas”, vicio que por ahora está muy bien alimentado por ese gran banquete de lo frívolo que es los medios de comunicación.

Por último, y como asistimos a un mundo donde se ha potenciado al máximo y hasta cotas inimaginables el individualismo, es menester recordar que formar para la participación demanda una vida comunitaria sólida. El individuo aislado, solitario y enajenado es blanco fácil de los grupos de poder que manejan a su antojo los hilos de la comunicación. La pertenencia a pequeñas comunidades civiles resulta fundamental como defensa tenaz del pensamiento crítico. Si no hay referentes próximos a los que acudir, terminaremos por ser modelados y moldeados por los que administran sin nuestra licencia el poder.

Hay, de otro lado, un artículo de Eduardo Perero Van Hove titulado “Participación ciudadana” en el cual aborda algunas ventajas dignas de ser mencionadas: cambio de actitudes cotidianas y por tanto de mentalidad; comprender lo global mediante la implicación local; obtención de información precisa; desarrollo endógeno; mantenimiento y vigilancia. Todas estos escenarios desencadenados por la participación contribuyen y fortalecen la experiencia en la medida en que se genera una costumbre habitual para la resolución de distintos problemas.

LA RADIO COMO EJE DE PARTICIPACIÓN
La participación cada vez más activa de las audiencias respecto de la radio ha creado todo un clima de interactividad. Y así lo constata un estudio realizado por la Universidad de Valladolid bajo el nombre de “Interactividad y participación en la radio”: “En la última década la revolución tecnológica a la que hemos asistido ha supuesto multitud de aportaciones en el campo de la comunicación, siendo una de las más importantes el uso y el desarrollo de la interactividad. La implantación de estas nuevas herramientas participativas en los medios y en concreto en el mundo radiofónico, han permitido un avance significativo tanto en los métodos interactivos como en el propio concepto de programa de radio”.


Es indudable el sentido de pertenencia que gira en torno a la radio. Es indiscutible su llegada más próxima a un público sumamente amplio. Susana Herrera Dama escribe lo siguiente: “Segun la presencia que el medio tiene en la sociedad, es preciso afirmar en primer lugar que la radio goza de una alta penetración social, temporal y espacial y de una amplia difusión popular”. De allí su enorme cercanía con las emociones sociales. De allí su permanente acercamiento a la ciudadanía.

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MEDIOS, FUENTES, CREDIBILIDAD Y OTROS.

Ya se ha dicho antes, las radios comunitarias tienen un espíritu local. Su mismo nombre nos hace comprender el fuerte vínculo que mantiene con las grandes mayorías marginadas. Esta relación comenzó en los años setenta donde la población que demandaba profundos cambios sociales encontró en dicho medio un espacio propició donde expresarse, un nexo inquebrantable se formó desde aquella época; fue entonces que comenzó el sueño cumbre de la radio popular: invertir a la sociedad de tal forma que las grandes mayorías puedan ser respetadas y tenidas en cuenta en la toma de decisiones.

Algunos pensarían que este sueño ya es trasnochado, pues la era de la globalización ha prometido igualdad y crecimiento para todos. Pero nos hemos dado de bruces con la triste realidad de que esto no es verdad, por el contrario la distancia entre los pobres y los ricos se va acrecentando cada día más, y las voces de protesta se alzan hoy más altas que antes, nuestro país se encuentra oscilando actualmente por dicha razón. La radio entonces tiene un arduo trabajo por hacer. Si la brecha ha crecido, significa que se han generado cambios. Cambios que la radio debe tener en cuenta para hacerles frente.

Esta nueva época tiene como objetivo la democracia (meta porque en la práctica la democracia aún no llega en su plenitud), por lo que la radio deberá emplearse como espacio de diálogo y concertación, al mismo tiempo discutir sobre lo que acontece en el ámbito regional y nacional. Las nuevas luchas sociales abren paso a nuevos actores de la lucha popular, es así que en la actualidad existen distintos e importantes grupos de defensa por la calidad de vida y la defensa de los derechos ciudadanos; los problemas hacen surgir diversas voces que tienen como característica la búsqueda de la construcción de instituciones más democráticas y responsables. Tal vez lo que más desoriente a la radio es el usufructo de la tecnología, pues esta se revela sumamente tentadora y sin embargo podría envolverla en la enmarañada urdimbre del mercantilismo haciéndola perder de a pocos su identidad y razón de ser; para que esto no llegue a suceder la radio debe tener consciencia de los pros y contras que supone la tecnología, encontrando el camino perfecto para poder emplear la tecnología.

CÓMO CONSTRUIR PODERES
La radio a lo largo de las décadas ha significado una fuente de poder, pero un poder no como una formalidad o actitud que represente autoridad, sino como la capacidad transformadora de la práctica por medio de la cual unos individuos  o instituciones se transforman en sujetos, en actores que tratan de alterar el orden de lo que se estima injusto y a veces ilegítimo.

La radio pocas veces confrontó a los grandes actores que tenían a la radio en sus poderes, bajo su dominio social y política, pocas veces debatieron abiertamente con los sistemas y las políticas educativas oficiales, y como premio a eso fue considerada como sitio de aprendizaje, de producción de saberes propios y colectivos de diversas comunidades. Es entonces a raíz de este reconocimiento que la radio se afirmó como medio informativo y poco a poco en abierta confrontación con los medios masivos hegemónicos (solo en este caso).

La radio tiene numerosos retos, precisa saber cuál es la información socialmente imprescindible, sin caer en la medianía de la información social, ya que la radio es vista con la posibilidad de ser empleada como herramienta para generar conocimientos oportunos, y es como están respaldando su condición de verdaderas escuelas educativas, con añadidos de conocimientos alternativos y calificados; las radios son la relación comunicativa, un habla que exige la escucha, palabras y sonidos que se lanzan buscando aprehensión, respuesta, deseos, opiniones etc.

Hay una nueva cultura política; a la radio ahora le toca abrir espacios para el debate y la concertación sobre asuntos de interés público; pues ya no se pueden resolver conflictos por medio de acciones violentistas.  Estas radios lo que deben hacer es poner nuevos temas en agendas públicas y discutir los grandes asuntos de su región y de su país. Apoyar con más ímpetu la idea de que la ciudadanía también puede darle un vuelco a los problemas o conflictos sociales ya sea por medio propio o valiéndose de información exterior para debatir grandes temas de interés regional y a escala nacional.

MEDIOS Y PÚBLICOS
La participación del público es hoy en día de carácter fundamental, en todo medio informativo, pues a través de este se alcanza a saber qué tanta acogida se está teniendo o qué tan bien están llegando los mensajes a los oyentes o al público en general. En la actualidad son los medios  vía online  los promotores de la mayor interacción entre medios y público, donde ya no se habla de una comunicación en una sola dirección sino una comunicación multidireccional. Incluso, esta nueva alternativa en el campo de los medios genera fuertes corrientes de opinión. Cada nueva forma de hacer vida mediática está ocupando un sitio importante y paralelo a los medios tradicionales. En este sentido se puede definir la participación ciudadana como todas aquellas experiencias que remiten a la intervención de los individuos en actividades públicas para hacer valer intereses sociales, en este caso su interés social será recibir información y a la vez ser partícipe  de ella como emisor o como gestor de una determinada opinión.  La relación que debe haber entre público y medio es fundamental, pues los medios de comunicación sociales son los espacios más adecuados para fomentar la participación ciudadana o participación cívica. 


El vínculo de cualquier ciudadano con la información ya no conoce de fronteras, las personas se han convertido en agentes permanentes en trance de recibir información; los medios electrónicos se han convertido en el eje central de la información. Dejando rezagado a la información en televisión, pues en radio la situación es distinta, pues la radio aún sigue (en algunos casos) promoviendo la comunicación participativa para el desarrollo del mundo social, ya que a pesar de que la radiodifusión se demarque por fines comerciales, tiene una característica principal de vocación hacia audiencias que la hace no solo simple transmisión de información sino que alienta la creatividad en la radiodifusión, en algunos casos la radio sí apuesta por promocionar la creatividad, la generación de escucha de opiniones, puesto que la radio dispone de códigos e instrumentos expresivos propios que revalorizan su función estética y, al mismo tiempo, enriquecen su función comunicativa, así suscitando una excelente participación ciudadana de cara a la emisión de información de parte de las audiencias, en un ejercicio permanente de respuestas.

LAS FUENTES
Los periodistas sustentan su labor en las fuentes de información; tan fundamental como saber redactar es tener buenas fuentes y así, entre ellas y el hombre de prensa, se crea una relación de recíproca necesidad. Afirman Andreu Casero Ripollés y Pablo López Rabadán en un ensayo titulado “La evolución del uso de las fuentes informativas en el periodismo español” estas palabras: “Las fuentes informativas son un elemento fundamental del periodismo. Su estudio resulta esencial para analizar la competencia mediática a la hora de construir la realidad social. Las fuentes constituyen un componente básico del proceso de producción y selección periodística y son capaces de condicionar decisivamente el contenido (agenda) y el enfoque (framing) de la cobertura informativa. Igualmente, su uso constituye un indicador de calidad periodística relevante”. Una fuente es la persona que el periodista mira o entrevista y que actúa invariablemente de acuerdo a la representación de un grupo y que procura información. De cualquier manera, para completar esta concepción hay que señalar que fuente de información también son las fuentes escritas; actualmente, naturalmente, los centros de datos son importantísimos. En algunos casos, una fuente proporciona una filtración. Las fuentes precisan de los periodistas porque solos con su información no valen mucho. Cualquier persona que pueda tener acceso a información exclusiva o no, se puede convertir en una fuente. Los periodistas tienen la disponibilidad de afirmar si son válidas o no, conservando únicamente a aquellas que dan información válida.

Para su actividad el periodista se apresta a crear su red de fuentes según la temática en la que destaque. Inicialmente, elegirá las fuentes oficiales, que luego irá descartando con el tiempo a las que no dan selecta información e incorporando a otras que proceden a ocupar su lugar. Para el periodista de investigación las fuentes no tienen los mismos añadidos que para el periodista de información asidua. En el periodismo rutinario y monótono muchas informaciones llegan de frente al medio de las fuentes institucionales, a través de dependencias de prensa y relaciones públicas o de oficinas de imagen institucional. En otras situaciones, el periodista es convocado a reuniones de prensa para recibir directamente declaraciones oficiales, tiendo la posibilidad de interrogar, cuestionar y formular preguntas. En la tarea periodística de investigación las fuentes institucionales carecen de escaso interés, sobre todo cuando no van a facilitar la información que se necesita para la investigación. La fuente perfecta sería una fuente pública, con información predilecta, pasiva pero abierta, que se deja identificar, que contribuye con el periodista y que nos provee documentos secretos, que sea confidencial y que actúe sólo con nosotros. Esta es lo ideal.

Por otro lado, el proyecto ilustrativo de Antonio Nariño, “La relación entre los periodistas y sus fuentes” dice lo siguiente: “Una regla fundamental del periodismo es ser independiente respecto de aquellos sobre los que se informa. Un periodista le debe lealtad a sus lectores y a nadie más. Ni siquiera al dueño del medio que le paga. Sin embargo, los estudios confirman una y otra vez que los periodistas inconsciente o deliberadamente terminan escribiendo con mucha frecuencia para sus fuentes”. Regla fundamental susceptible de ser establecida obligatoriamente en el oficio.

 

LA CREDIBILIDAD EN LOS MEDIOS
Los medios de comunicación se ven forzados a producir información para satisfacer las demandas de las televisiones, radios y cotidianos en formato digital. La búsqueda de la verdad queda frecuentemente muy remota en las preocupaciones de los productores de información y, además, la labor hay que realizarlo demasiado de manera apresurada.

El auge de los medios de comunicación acaecido en las últimas décadas, ha suscitado, indudablemente, una diversificación y revolución de los modos tradicionales de llevar la información a las audiencias.
La consecuencia inmediata o mediata en el terreno de los medios es el cambio de índole de los valores tradicionales de la comunicación: los medios dejan de ser entidades de referencia social para transformarse en un mero negocio, una inversión; dejan de ser garantes y responsables de la libertad de expresión y configuran su naturaleza en una suerte de promotores de entretenimiento y esparcimiento.

En la actualidad se experimenta un panorama muy difícil respecto de la credibilidad. Es frecuente oír por todas partes cómo se fabrican mentiras o cómo se infla la información, como sinónimo de que algo no es enteramente verídico.

Este apuro representa la queja más asidua de los periodistas. La exigencia de información conduce a un cambio en la forma de la información como servicio, que se troca en mercancía para su consumo.

Asimismo, Pablo Blesa Aledo asevera en su “La crisis de credibilidad de los medios de comunicación en las democracias occidentales: poder y globalización” la siguiente gran verdad: “Los ciudadanos de las democracias occidentales sufren un deterioro de la percepción, que se agudiza por la falta de información, y que podría ser un handicap en el ejercicio de su responsabilidad ciudadana: dan por garantizada la existencia de medios de comunicación, radios, televisiones y periódicos libres e independientes. Como ha escrito Van Hulten, las democracias occidentales suelen mostrar gran preocupación por los impedimentos a la libertad de prensa en Rusia, en Zimbabwe o en el mundo árabe, pero se abstienen de todo comentario sobre los procesos monopolizadores que se desarrollan en el interior de sus Estados”.

Todas las mañanas los ciudadanos de nuestro país inician la jornada cotidiana hojeando la prensa, oyendo la radio o contemplando la televisión, sin tener absoluta consciencia de que tienen ante sus sentidos el instrumento más poderoso de nuestro tiempo. En todo el globo, gobiernos, estados, instituciones, terroristas, empresas y organizaciones estiman prioritario transmitir su mensaje a través de los medios, lo que acrecienta día a día su poder.

Las bajas en los índices de difusión de periódicos, su cada vez mayor concentración en un puñado de bloques industriales y su creciente dependencia de los intereses económicos de esos grupos son las características principales de la prensa escrita actual.

Pero esta crisis posee también causas intestinas, que responden principalmente a la disminución de credibilidad de la prensa escrita. En primer término, porque ésta pertenece cada vez más –como hemos observado– a grupos empresariales que detentan el poder económico y que están en una permanente componenda con el poder político.

La credibilidad va emparentada con la verdad, la objetividad, la independencia de criterios y la integridad profesional y moral, toda vez que si el periodista o el medio tienen una profunda credibilidad significa que nunca estuvieron implicados o fueron considerados por alguna patraña en la difusión y la interpretación de las noticias.

Y también porque el sesgo, la carencia de objetividad, la mentira, las tergiversaciones, las filtraciones, o simplemente las imposturas, no paran de aumentar. Sabemos que no hubo ninguna época dorada ni belle epoque de la información, pero actualmente esas alteraciones llegaron también a los diarios de calidad relativamente rescatables.

Eso se debe también al elevado número de periodistas mal remunerados, expuestos a la corrupción, laborando en medios donde no hay separación entre ente gubernamental y grupos económicos, medios unidos en inmensos conglomerados.


Lo deseables es que podamos disponer de medios de información en donde la ética, la moral, la imparcialidad y la credibilidad sean el motor cardinal del desarrollo colectivo, pero hay que conseguirlo poniendo en marcha esos valores que dan como fruto y resultado inequívoco un buen periodismo.

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sábado, 18 de mayo de 2013

MÁS SOBRE EL QUEHACER RADIOFÓNICO


La unidad oral, la palabra hablada, es imprescindible si hablamos de lenguaje radiofónico. La imaginación expresiva en la radio no tiene por qué pasar inevitablemente por la música o efectos sonoros: la palabra radial no es solamente la palabra por medio de la radio, ésta excluye la visión del oyente. La palabra radiofónica es palabra creada, ayuda a crear, en la mentalidad de quien oye, imágenes, episodios o escenas vinculadas con el mensaje que se recibe.

Aunque en cualquier comunicación hablada lo básico es que las palabras se comprendan, en radio es mucho más importante, ya que la falta de interlocutora real soslaya preguntas o volver atrás en lo dicho. La rapidez de la radio origina que muchas veces su lenguaje tenga repeticiones para que el mensaje sea acogido por la audiencia. La modulación de la voz, de otro lado, es de carácter relevante, toda vez que ella es el medio principal en la transmisión de los contenidos. Por ello, como señala una Cátedra sobre Taller de Periodismo del profesor Sergio Campos Ulloa, “no es necesario gritar para captar la atención de los oyentes, pero sí es necesario efectuar cambios en el volumen de la intensidad de voz utilizada en la lectura de un texto, para ayudar a la comprensión de su contenido”.

Además, es importantísima la concisión y la sencillez. La ausencia de lenguaje no verbal motiva a locutores y locutoras a matizar constantemente sus palabras con intensidades, tonalidades, entonaciones, etc. para que a pesar de esta pérdida visual el lenguaje no prescinda de ninguno de sus matices.

Con la música, el quehacer radiofónico obtiene el apoyo sonoro fundamental para la ambientación de los mensajes radiofónicos, es decir, por obra y gracia de la música podemos enriquecer el lenguaje radiofónico. Tanto con la palabra cuanto con la música, vamos a poder marcar el compás de nuestro programa. Realizar una emisión viva, dinámica, divertida, creativa, o por el contrario mandar un mensaje radiofónico sugerente, misterioso, íntimo, atractivo, etcétera. Del mismo modo podemos equivocarnos y fomentar que nuestro objetivo se vuelva monótono, lúgubre, vacío, simple, e incluso poco interesante.

El sonido y el silencio son dos factores imprescindibles del lenguaje radiofónico. Hay quienes opinan que el silencio en radio no significa un instante de pausa sino de tensión llevado hasta el extremo. La extensión del silencio suscita atención y duda en la audiencia. Pero el silencio, en ocasiones dadas, también es informativo, ya que mueve a la reflexión. Se tiene temor a utilizar el silencio en radio ya que podría representar un fallo técnico y de hecho, en muchas veces lo es, aunque no siempre.

Hay silencios veloces, de menos de dos segundos, que se vinculan con las pausas imprescindibles a la hora de leer un párrafo, un texto o una simple oración. Y hay otros silencios más lentos, que nos asisten para asimilar el mensaje e incluso dan pábulo a la reflexión de éste. También existen los llamados silencios interactivos, que son los que van tras la búsqueda de una intención o una relación afectiva entre el sonido anterior y el siguiente. Por ejemplo, la locutora, súbitamente, lanza una pregunta al aire a toda la audiencia entera, aparece ese rápido silencio de más de dos segundos, y comienza a sonar un tema musical. Programas de noche que intentan hacer compañía y basan su contenido principal en oír testimonios y confesiones usan muchas veces el silencio interactivo como lenguaje radiofónico.

Un programa de radio es un puñado de emisiones (mensajes radiofónicos) que obedecen a una sola temática, un solo formato, durante un tiempo específico y en la misma ocasión horaria normalmente.

El programa radiofónico se reconoce por su nombre, su temática, sus características, su emisora y por quienes actúan en él, si bien, a lo largo y ancho de los años, todos estos elementos excepto el primero pueden irse alterando aunque hagamos alusión al mismo programa.

Todo programa de radio empieza inevitablemente con una idea. Definimos idea, en este caso, como un conjunto de características de base que integran la esencia del programa, es decir, las primeros anotaciones que vamos apuntando en referencia a nuestro programa se trocan en la idea principal del programa.  Más tarde que estos apuntes sufrirán una evolución, algunos se descartarán y otros cambiarán hasta que se forme el cuerpo del programa de radio que queramos hacer.

Indudablemente, el primer objeto de todo programa de radio es que se oiga por una audiencia y que ésta sea la más vasta posible. Pero nos referimos con este postulado al objetivo general del programa que estará conformada por varios objetivos, es decir, deseamos un programa informativo, de entretenimiento, de servicio público, etc.

Los mismos contenidos se pueden tomar desde diferentes puntos de mira y con diversas estrategias para conseguir distintos objetivos: se puede hacer una entrevista para informar de la vida musical de una artista o para conocer el pensar con respecto a tópicos sociales de interés público que tenga esa artista; dos objetivos distintos con un solo contenido radiofónico.

Nuestras intenciones, tanto personales como generales con respecto al programa, se deben ir desarrollando en este momento lo más enriquecedoramente posible, ya que estos nos ayudarán a establecer la estructura de nuestro programa. Es claro que si nuestro objetivo general es hacer reír nunca podremos contar con una sección de sucesos o si por el contrario nuestro objetivo es promover que la audiencia conozca la problemática social de nuestro ambiente no tendría mucho sentido realizar una sección de amenidades.

Tenemos que tener en cuenta la audiencia potencial a la que va enderezada nuestra propuesta radiofónica. Se entiende por audiencia potencial las personas que se encuentran en la posibilidad de escuchar nuestro programa, y no hay que confundirlo con la audiencia real de nuestra programación que será una determinada cantidad de personas y que puede coincidir con la edad, sexo e intereses culturales de la audiencia potencial.

De esta manera, y en ese sentido, los contenidos de nuestro programa deberán estar de acuerdo con la audiencia a la que queramos dirigirnos. Es más, debemos estar seguros de que para el formato de programa que queremos existe una audiencia potencial, es decir, nuestro programa debe tener audiencia, si no es así, ¿para qué lo estamos realizando?

El programa puede disponer de una audiencia muy específica o estar abierto a variadas audiencias en función de sus contenidos. Generalizar o especificar la audiencia de tu programa depende de nuestros objetivos finales.

Lo importante en todo este proceso es generar la participación congénita de las audiencias. Dice Mario Kaplún en su “Producción de programas de radio”: “El problema de cómo lograr que el oyente se integre realmente en la comunicación a través de un medio colectivo e intrínsecamente unidireccional como lo es la radio, es una cuestión actualmente en debate y sobre la cual no hay aún respuestas ni soluciones definitivas. El comunicador-educador debe ser consciente de este reclamo de esta aspiración de que la comunicación de retorno sea lo más real, concreta e intensa posible; y procurar que sus programas de radio sean participativos y dialógicos en la mayor medida que lo permitan las limitaciones técnicas del medio”.

Inevitable en todo esto es el papel de la tecnología. Contar con buen equipamiento técnico contribuye a actuar un buen programa radiofónico. En su ensayo titulado “Medios técnicos en la producción de programas de radio”, el doctor Rodrigo Fidel Rodríguez Borges afirma que “un futuro prometedor se abre para las audiencias y los profesionales de radio. A estos últimos les corresponde hacer uso de estas transformaciones técnicas, primando la creatividad y la renovación de contenidos, antes que la comodidad y el conformismo con los productos radiofónicos”.

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LA RADIO: MUCHO MÁS QUE UN SIMPLE MEDIO


I

Las diversas incursiones tecnológicas que se han sucedido a la velocidad del vértigo,  hicieron trepidar los cimientos de la radiodifusión y la obligaron a naufragar en un mar en que se debatían sus fines comerciales y su naturaleza social. Lo que pretendemos decir , con esta alusión más o menos irónica, es que la radio, hace aproximadamente veinte años, ha venido sufriendo un cambio rotundo, un considerable declive, en su razón de ser, tanto así que podemos anunciar oficialmente que el divorcio entre la sociedad y la radio ─aquel binomio portentoso─ está en proceso.

La radio comienza a hacer sentir su presencia como medio que refuerza los valores democráticos de la pluralidad, la tolerancia, la veracidad y la responsabilidad social. La radio educativa debe perseguir sus metas sin ánimos de lucro y de competencia. La alternativa mediática que nos propone ella responde a un conjunto de fines de carácter enteramente social. Las emisoras educativas y comunitarias tienen en su poder el brindar información a poblaciones desorientadas, que estén a la deriva. Tiene, asimismo, como norte al que hay que divisar cada vez más cerca, que educarlas dentro de un marco de una reforma total. Es, en este caso, así como la radio educativa se vincula íntimamente a las emisoras populares. Creemos en un cambio factible, hacia mejoras significativas, que repercutan en diversos campos como la cultura, políticas nueva (traducidas en términos de inclusión social y desarrollo), condiciones aseguradas en el ámbito educativo y laboral, etc. En suma, proponemos desde esta posta que las radios educativas encaucen a las poblaciones marginadas y olvidadas hacia un porvenir enriquecedor.

Una gran equivocación se le atribuye a la radio educativa. Se la cree solo un medio de transmisión de cultura. Craso error es esta estereotipia común. Como afirma Escudero, en “La radio como herramienta educativa”, “la educación tiene por meta la transmisión de conocimientos de una generación a otra; no obstante transmitir y actualizar estos conocimientos no es suficiente, ya que se necesita, además que sean capaces de prever el futuro. La comunicación en la enseñanza es un factor de evidente importancia para lograr cualquier tipo de objetivo educativo”.

“En el terreno de la educación, la radio, como bien demuestran las experiencias que se han llevado a cabo en distintos países del mundo, presenta amplias posibilidades de explotación fuera y dentro del aula”, dicen Juan José Perona Páez y Mariluz Barbeito Veloso en “Modalidades educativas de la radio en la era digital”.

La radio educativa va más allá del conocimiento, busca la integración del hombre a su medio en que subsiste cotidianamente. Mario Kaplún  la define como “las emisiones que procuran la transmisión de valores, la promoción humana, el desarrollo integral de hombre y de la comunidad; las que se proponen elevar el nivel de conciencia, estimular la reflexión (…)” .Las radios, sin precisar su categoría, son capaces de informar con responsabilidad y empoderar a las personas. Darles poder no es sólo abrir las llamadas para que los escuchen medio país. Empoderarlas supone permitirles el diálogo, formular propuestas sesgadas a sus intereses sociales.

En el caso de las radios universitarias, como bien lo ha señalado un estudio titulado “Expectativas de participación en Radio UAM”, éstas “cumplen tareas concretas en apoyo a la cultura, la orientación, la enseñanza y la difusión de la investigación científica y humanística, porque esas son las tareas propias de las universidades y centros de enseñanza superior”.

La radio puede llegar a los pueblos y disímiles culturas, respetando las experiencias de ésta, profundizando en sus costumbres y tradiciones. La radio posee la capacidad de masificar pero también la de diferenciar entre los varios lugares que pueblan los cinco continentes del planeta. Otras ventajas dignas de rescate pertenecen al aspecto práctico del medio radial: suele ser más accesible, no demanda una honda atención, su instalación puede ser de bajos costos, etcétera.

En el Perú se acrecienta, prolifera y abunda todo tipo de radio. A los alumnos, desde la tribuna docente, hay que inculcarles la aventura de escapar del carácter sedentario y explorar otras frecuencias. Hay que realizar, como se dice, un “paseo antropológico” para conocer, en plan de profesionales de la comunicación, el medio en el que se trabaja.

II

La radio es emitida de forma masiva, sin embargo la recepción de sus mensajes pertenecen a un contacto más cercano e íntimo entre el emisor o la fuente y el receptor, es decir, entre locutor e individuo común.

¿Pero qué son las audiencias? Miles de concepciones son las que pululan en la vasta bibliografía que pudiérase obtener; sin embargo, una de las más adecuadas es la que ofrece Guillermo Orozco Gómez: “Ser audiencia significa hoy, en primer lugar, una transformación sustancial de la estructuración de los sujetos. Su cohesión y sus subdivisiones estamentarias, antes definidas por criterios segmentativos de género, edad, clase y etnia, o aun de trabajo, producción, nivel educativo y orientación religiosa y política, se realizan cada vez más en una espiral de «massmediación globalizante» que hace estallar sus límites, privilegiando el criterio transversal de segmentación mediática (dime qué canal ves y te diré qué es lo que te gusta y, por tanto, desde dónde escuchas, miras y sientes), que a la vez que inaugura y diferencia segmentos a partir de intercambios simbólicos y gustos, enfatiza y privilegia el juego de subjetividades, sensibilidades, emociones, gratificaciones y placeres”.

Advirtiendo la noción anterior (que se adapta perfectamente al impacto inequívoco de las nuevas tecnologías), entonces, podemos subrayar que el estudio de las audiencias ha dejado de constituir un mero establecimiento de límites a las características de ella, para convertirse en un referente casi estadístico de las actitudes que ellas adoptan en momentos determinados. Las audiencias, pues, son primas hermanas de la opinión pública.

Fundamentalmente se ha propuesto básicamente una suerte de segmentación de mercado, en la que residen diversos sectores y clases que se diferenciaban por sus costumbres. Estos análisis de la audiencia les permitieron a los propagandistas y publicistas una mejor definición de una audiencia consumidora.

Dice Susana Herrera Damas en un ensayo titulado “Ventajas e inconvenientes de la participación de la audiencia en los programas de radio”: En primer lugar, la participación directa de los oyentes en los programas de radio permite a estos satisfacer sus necesidades comunicativas, ya que pone a su disposición un acceso rápido, cómodo y sencillo, que, en ocasiones, se encuentra sólo restringido al juicio del productor y a las posibles limitaciones técnicas de falta de tiempo y de bloqueo de las líneas telefónicas del programa”.

Los resultados de estos estudios constantes repercutieron en la radio, a cuyos efectos se le reconocieron una importancia social y una participación en el mercado como sostén indirecto de las inversiones publicitarias.

La investigación de las audiencias es materia crucial dentro de este proceso, puesto que ellas encarnan los famosos público meta y público bienvenido. Una breve detención en el camino para definirlos a grandes rasgos debiera suponer una correcta comprensión de estas líneas.

Público meta es lo que en la disciplina del marketing llamamos público objetivo. Es decir, el conjunto focalizado al que se le envía un determinado mensaje. Público bienvenido son las audiencias aisladas que, ante el interés que podría suscitar en ellas una buena elaboración del producto radiofónico, son susceptibles de consumirlos. Las herramientas utilizadas para la investigación en las audiencias de sus preferencias por dichos productos, son extraídas de las estrategias publicitarias.

La radio es acaso un medio más cercano a las audiencias. Crea un grado de participación tal que podemos hablar de un sentimiento de participación. La gente crea sus identidades en función a las puestas en antena de diversos programas. El empoderamiento, podemos afirmar, no nace por generación espontánea: la radio abre el cauce que desencadena el referido proceso. 

Es preciso, por tanto, saber qué reacciones debemos suscitar en cada uno de las bases de la audiencia. “El carácter fónico, o sea la percepción por el oído de la información transmitida, es la principal característica que deben tener en cuenta todos los que se dedican a la preparación de programas radiofónicos”, dice Mijail Minkov.

La respuesta que suelen dar frecuentemente los profesionales de la radio, en lo que respecta al desdén por ciertos formatos y géneros, alude directamente a la escasez de tiempo de que disponen. Pero no hay que olvidar que si los que se encargan de marcar la agenda radiofónica olvidan el buen uso de sus herramientas, la radio continuará durmiendo el sueño de los justos. La llegada a la ciudadanía no debe ser un hecho aislado de la utilización de todos los instrumentos al alcance de la mano. La participación de la ciudadanía en los contenidos es el fin. La renovación de todos los elementos en el proceso radiofónico deben ser los medios. He ahí la solución al problema.

Por su enorme acogida y su formidable sentido de participación que la radio crea, las audiencias cifran cada vez más su confianza en ésta. La esperanza las toma, encarnada en ella. Pero la realidad se denuncia más alejada de la ciudadanía. Más aún, ella se revela contraria a los intereses de ella. “En casi todos los países del mundo –escribe Ezequiel Martínez Estrada– el Estado tiene una intervención decisiva en las transmisiones, cuando no ejerce el monopolio. Transmite lo que interesa al país o al gobierno, no aquello que se tendría placer en escuchar”.

Por su enorme acogida y su formidable sentido de participación que la radio crea, las audiencias cifran cada vez más su confianza en ésta. La esperanza las toma, encarnada en ella. Pero la realidad se denuncia más alejada de la ciudadanía. Más aún, ella se revela contraria a los intereses de ella. “En casi todos los países del mundo –escribe Ezequiel Martínez Estrada– el Estado tiene una intervención decisiva en las transmisiones, cuando no ejerce el monopolio. Transmite lo que interesa al país o al gobierno, no aquello que se tendría placer en escuchar”.

La radio entonces reduce la brecha, alienta las causas justas, reconcilia al Estado con los desvalidos, abre espacios de diálogo y discusión como iniciativa a un consenso general que reconozca a las mayorías desamparadas como miembros de un estado, integra, en fin, haciendo uso de sus instrumentos éticos, a la población en un conjunto vigoroso y democrático.

III

En la radio, el papel que desempeña la continua alternancia de formatos radiofónicos es casi casi conditio sine qua non para que mantenga su estabilidad vital. Sucede, entonces, algo muy análogo al gran drama de la prensa escrita. Sus existencias están en función a un buen manejo de los formatos y/o géneros específicos de cada medio.

Asistimos “al milenio de las palabras”, como lo insinuara Gabriel García Márquez. No es de extraño proceder esta frase, teniendo en cuenta la enorme vigencia que cobra ahora la voz y sus derivados en una sociedad signada por la intempestiva irrupción de los multimedia.

El lenguaje radiofónico nos devuelve a la civilización oral. Pero es importante aclarar que él pertenece a los suburbios de la gramática y sintaxis. El proceso radiofónico depende casi en su totalidad de los discursos elaborados en los llamados marcos de interacción.

Por otro lado, este proceso de la radio demanda una honda interpretación por parte del oyente. Este debe entablar un diálogo abstracto con las formas creadas a partir de los elementos que constituyen la voz (matices, tonalidades, acentos, timbres, etcétera). Y esta misma carencia de percepción visual la que vincula a los oyentes con el emisor, el cual viene a representar una serie de posiciones dentro de un marco contextual y circunstancial. La acción de proximidad la establece el poder de la palabra hablada. De esta forma, puede establecer los linderos entre su espacio y las demás formas de comunicar.

Una vez más es nuestro deseo resaltar la similitud guardada entre el medio radial y el medio escrito. Ambos dependen, a nuestro parecer, de la incursión audaz en los formatos y/o g{eneros de que disponen cada uno. Sin embargo, una inefable decadencia hace padecer a los medios de comunicación. Las aventuras económicas no hacen distingo de medios. El arrasamiento es, casi diríase, inexorable.

El afán de comercialización de los medios que se ha apoderado del espíritu moderno parece propiciar la proscripción de ciertos formatos radiales. Preguntémonos, hagamos un voluntario examen de conciencia: ¿quién oye radionovelas en la actualidad?

De todo este asunto, la radio bien podría salir por la puerta grande. “No es poca la responsabilidad que se le adjudica a ella”, dice Chema Salcedo. La galopante comercialización, con ánimos de propagarse infinitamente, ha terminado por estropear los mejores potenciales radialistas en lo tocante a los productos radiofónicos.

Por otro lado, los ejecutores del quehacer radial abren sus puertas a las voces que desean ser escuchadas. De este modo, ellos se ciñen a recibir y abordar diversas informaciones de variados sectores de la audiencia.

Aparte de embarcarse en proyectos informativos, la radio puede crear contenidos de entretenimiento, siempre que éstos sean de índole educativa y alienten la capacidad crítica y analítica del oyente. Pero merecería un ensayo aparte la degradación en la que han devenido los contenidos de entretenimiento.

La radio puede proponer múltiples ventajas de su humilde tribuna. Por ejemplo, ella nos llega junto con la sensación de que nos comunicamos con un “amigo” y no con una organización que puede ofrecernos una percepción más formal y, por ende, distante. Pero, por el contrario, la radio ayuda a establecer una relación directa sustentada en la mera oralidad. Pero esto, en muchos casos –y cabe advertir- puede devenir en una sutil manipulación de grupos de poder.

Para analizar la programación conviene hacer un examen de las variadas programaciones que lanzan al aire en la cotidianeidad distintas emisoras radiales. Esto servirá al momento de crear un producto comunicativo que sea idóneo y cumpla con las rigurosas expectativas para enfrentar las diversas programaciones. Todo, con el púnico fin de mantener satisfecho a un público con contenidos creativos.

Durante la investigación de los públicos o las audiencias hay que llevar a cabo los famosos estudios de mercado, para asimilar los disímiles gustos y preferencias de las gentes (sea de comunidades campesinas o de origen citadino). Hay que segmentar previamente al estudio de las audiencias los diversos sectores de ellas. Pero hay ser extremadamente minucioso en este proceso pues Luz María Garay Cruz ha determinado en su ensayo “Qué ha cambiado y qué sigue igual? Reflexiones sobre el concepto de audiencia mediática” que “uno de los problemas de considerar a la audiencia como mercado, es que subyace en esta idea la concepción de masa, una vez más como un grupo de sujetos manipulables e influenciables, y se relaciona de manera muy estrecha esta idea de la audiencia como mercado con los grupos empresariales y su discurso mediático”.

Luego, en el plano de la producción entran a tallar los más mínimos detalles que se involucran en el proceso radial, entre ellos la emisión, la salida al aire, la estabilidad emocional, la pre-producción, las pruebas de cabina y los demás aspectos técnicos.

En el aspecto educativo de enseñanza y capacitación asistimos a un profundo obstáculo en el quehacer radial. A los estudiantes muchas veces se les enseña y alecciona en función al equipo técnico que deben emplear. Debe conseguirse integrar toda una propuesta comunicativa que trascienda lejanamente los fines comerciales. Solo así se puede hablar de una genuina radiodifusión.

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martes, 11 de diciembre de 2012


http://books.google.com.pe/books?id=6Ej1xLSmXf8C&printsec=frontcover&dq=generos+periodisticos+y+radio&hl=es&sa=X&ei=oavHUPTMF4_M9ATvzIHgDA&ved=0CDYQ6AEwAw#v=onepage&q=generos%20periodisticos%20y%20radio&f=false

http://books.google.com.pe/books?id=ThvooNWFvoQC&printsec=frontcover&dq=radio&hl=es&sa=X&ei=IazHUO6sGIac8gT544C4AQ&ved=0CDAQ6AEwAg#v=onepage&q=radio&f=false

http://books.google.com.pe/books?id=7C3-G06opJsC&printsec=frontcover&dq=generos+radiofonicos&hl=es&sa=X&ei=jazHUPrUN4eo9gTWqIGACw&ved=0CCoQ6AEwAA#v=onepage&q=generos%20radiofonicos&f=false

BIBLIOGRAFÍA.
. GOMIS, Lorenzo. Teoría de los géneros periodísticos. Editorial UOC. bARCELONA 2008.
. VIDAL, Javier. La era de la radio en Venezuela. Editorial Panapo. Caraca, 2004.
. Editorial Calihue. Los géneros radiofónicos. Antología. Buenos Aires, 2004.

http://books.google.com.pe/books?id=5BS2VTSAVE8C&printsec=frontcover&dq=la+comunicacion+en+el+proceso+de+liberacion&hl=es&sa=X&ei=eanHUPr-OY_Y8gSz9oBQ&ved=0CCoQ6AEwAA

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http://books.google.com.pe/books?id=n_IfpdhnES4C&printsec=frontcover&dq=radio+y+ciudadania&hl=es&sa=X&ei=66nHUNDKMpL69gTCgYFQ&ved=0CC0Q6AEwAQ

BIBLIOGRAFÍA
. MATTELART, Armand. La comunicación masiva en el proceso de liberación. Siglo XXI Editores. Buenos Aires, 2005.
. AGUADED GÓMEZ, Ignacio J. y CONTRERAS PULIDO, Paloma. La radio universitaria como servicio público para una ciudadanía democrática. España. 2011.
. LIMANN, Otto. Fundamentos de radio. Barcelona. 1989.