I
Las
diversas incursiones tecnológicas que se han sucedido a la velocidad del
vértigo, hicieron trepidar los cimientos de la radiodifusión y la
obligaron a naufragar en un mar en que se debatían sus fines comerciales y su
naturaleza social. Lo que pretendemos decir , con esta alusión más o menos
irónica, es que la radio, hace aproximadamente veinte años, ha venido sufriendo
un cambio rotundo, un considerable declive, en su razón de ser, tanto así que
podemos anunciar oficialmente que el divorcio entre la sociedad y la radio
─aquel binomio portentoso─ está en proceso.
La
radio comienza a hacer sentir su presencia como medio que refuerza los valores
democráticos de la pluralidad, la tolerancia, la veracidad y la responsabilidad
social. La radio educativa debe perseguir sus metas sin ánimos de lucro y de
competencia. La alternativa mediática que nos propone ella responde a un
conjunto de fines de carácter enteramente social. Las emisoras educativas y
comunitarias tienen en su poder el brindar información a poblaciones
desorientadas, que estén a la deriva. Tiene, asimismo, como norte al que hay
que divisar cada vez más cerca, que educarlas dentro de un marco de una reforma
total. Es, en este caso, así como la radio educativa se vincula íntimamente a
las emisoras populares. Creemos en un cambio factible, hacia mejoras
significativas, que repercutan en diversos campos como la cultura, políticas
nueva (traducidas en términos de inclusión social y desarrollo), condiciones
aseguradas en el ámbito educativo y laboral, etc. En suma, proponemos desde
esta posta que las radios educativas encaucen a las poblaciones marginadas y
olvidadas hacia un porvenir enriquecedor.
Una
gran equivocación se le atribuye a la radio educativa. Se la cree solo un medio
de transmisión de cultura. Craso error es esta estereotipia común. Como afirma
Escudero, en “La radio como herramienta educativa”, “la educación tiene por
meta la transmisión de conocimientos de una generación a otra; no obstante
transmitir y actualizar estos conocimientos no es suficiente, ya que se
necesita, además que sean capaces de prever el futuro. La comunicación en la
enseñanza es un factor de evidente importancia para lograr cualquier tipo de
objetivo educativo”.
“En
el terreno de la educación, la radio, como bien demuestran las experiencias que
se han llevado a cabo en distintos países del mundo, presenta amplias posibilidades
de explotación fuera y dentro del aula”, dicen Juan José Perona Páez y Mariluz
Barbeito Veloso en “Modalidades educativas de la radio en la era digital”.
La
radio educativa va más allá del conocimiento, busca la integración del hombre a
su medio en que subsiste cotidianamente. Mario Kaplún la define como
“las emisiones que procuran la transmisión de valores, la promoción humana, el
desarrollo integral de hombre y de la comunidad; las que se proponen elevar el
nivel de conciencia, estimular la reflexión (…)” .Las radios, sin precisar su
categoría, son capaces de informar con responsabilidad y empoderar a las
personas. Darles poder no es sólo abrir las llamadas para que los escuchen
medio país. Empoderarlas supone permitirles el diálogo, formular propuestas
sesgadas a sus intereses sociales.
En
el caso de las radios universitarias, como bien lo ha señalado un estudio
titulado “Expectativas de participación en Radio UAM”, éstas “cumplen tareas
concretas en apoyo a la cultura, la orientación, la enseñanza y la difusión de
la investigación científica y humanística, porque esas son las tareas propias
de las universidades y centros de enseñanza superior”.
La
radio puede llegar a los pueblos y disímiles culturas, respetando las
experiencias de ésta, profundizando en sus costumbres y tradiciones. La radio
posee la capacidad de masificar pero también la de diferenciar entre los varios
lugares que pueblan los cinco continentes del planeta. Otras ventajas dignas de
rescate pertenecen al aspecto práctico del medio radial: suele ser más
accesible, no demanda una honda atención, su instalación puede ser de bajos
costos, etcétera.
En
el Perú se acrecienta, prolifera y abunda todo tipo de radio. A los alumnos,
desde la tribuna docente, hay que inculcarles la aventura de escapar del
carácter sedentario y explorar otras frecuencias. Hay que realizar, como se
dice, un “paseo antropológico” para conocer, en plan de profesionales de la
comunicación, el medio en el que se trabaja.
II
La
radio es emitida de forma masiva, sin embargo la recepción de sus mensajes
pertenecen a un contacto más cercano e íntimo entre el emisor o la fuente y el
receptor, es decir, entre locutor e individuo común.
¿Pero
qué son las audiencias? Miles de concepciones son las que pululan en la vasta
bibliografía que pudiérase obtener; sin embargo, una de las más adecuadas es la
que ofrece Guillermo Orozco Gómez: “Ser audiencia significa hoy, en primer
lugar, una transformación sustancial de la estructuración de los sujetos. Su
cohesión y sus subdivisiones estamentarias, antes definidas por criterios
segmentativos de género, edad, clase y etnia, o aun de trabajo, producción,
nivel educativo y orientación religiosa y política, se realizan cada vez más en
una espiral de «massmediación globalizante» que hace estallar sus límites,
privilegiando el criterio transversal de segmentación mediática (dime qué canal
ves y te diré qué es lo que te gusta y, por tanto, desde dónde escuchas, miras
y sientes), que a la vez que inaugura y diferencia segmentos a partir de
intercambios simbólicos y gustos, enfatiza y privilegia el juego de
subjetividades, sensibilidades, emociones, gratificaciones y placeres”.
Advirtiendo
la noción anterior (que se adapta perfectamente al impacto inequívoco de las
nuevas tecnologías), entonces, podemos subrayar que el estudio de las
audiencias ha dejado de constituir un mero establecimiento de límites a las
características de ella, para convertirse en un referente casi estadístico de
las actitudes que ellas adoptan en momentos determinados. Las audiencias, pues,
son primas hermanas de la opinión pública.
Fundamentalmente
se ha propuesto básicamente una suerte de segmentación de mercado, en la que
residen diversos sectores y clases que se diferenciaban por sus costumbres.
Estos análisis de la audiencia les permitieron a los propagandistas y
publicistas una mejor definición de una audiencia consumidora.
Dice
Susana Herrera Damas en un ensayo titulado “Ventajas e inconvenientes de la
participación de la audiencia en los programas de radio”: En primer lugar, la
participación directa de los oyentes en los programas de radio permite a estos
satisfacer sus necesidades comunicativas, ya que pone a su disposición un
acceso rápido, cómodo y sencillo, que, en ocasiones, se encuentra sólo
restringido al juicio del productor y a las posibles limitaciones técnicas de
falta de tiempo y de bloqueo de las líneas telefónicas del programa”.
Los
resultados de estos estudios constantes repercutieron en la radio, a cuyos
efectos se le reconocieron una importancia social y una participación en el
mercado como sostén indirecto de las inversiones publicitarias.
La
investigación de las audiencias es materia crucial dentro de este proceso,
puesto que ellas encarnan los famosos público meta y público
bienvenido. Una breve detención en el camino para definirlos a grandes rasgos
debiera suponer una correcta comprensión de estas líneas.
Público
meta es lo que en la disciplina del marketing llamamos público objetivo. Es
decir, el conjunto focalizado al que se le envía un determinado mensaje.
Público bienvenido son las audiencias aisladas que, ante el interés que podría
suscitar en ellas una buena elaboración del producto radiofónico, son
susceptibles de consumirlos. Las herramientas utilizadas para la investigación
en las audiencias de sus preferencias por dichos productos, son extraídas de
las estrategias publicitarias.
La
radio es acaso un medio más cercano a las audiencias. Crea un grado de
participación tal que podemos hablar de un sentimiento de participación. La
gente crea sus identidades en función a las puestas en antena de diversos
programas. El empoderamiento, podemos afirmar, no nace por generación espontánea:
la radio abre el cauce que desencadena el referido proceso.
Es
preciso, por tanto, saber qué reacciones debemos suscitar en cada uno de las
bases de la audiencia. “El carácter fónico, o sea la percepción por el oído de
la información transmitida, es la principal característica que deben tener en
cuenta todos los que se dedican a la preparación de programas radiofónicos”,
dice Mijail Minkov.
La
respuesta que suelen dar frecuentemente los profesionales de la radio, en lo
que respecta al desdén por ciertos formatos y géneros, alude directamente a la
escasez de tiempo de que disponen. Pero no hay que olvidar que si los que se
encargan de marcar la agenda radiofónica olvidan el buen uso de sus
herramientas, la radio continuará durmiendo el sueño de los justos. La llegada
a la ciudadanía no debe ser un hecho aislado de la utilización de todos los
instrumentos al alcance de la mano. La participación de la ciudadanía en los
contenidos es el fin. La renovación de todos los elementos en el proceso radiofónico
deben ser los medios. He ahí la solución al problema.
Por
su enorme acogida y su formidable sentido de participación que la radio crea,
las audiencias cifran cada vez más su confianza en ésta. La esperanza las toma,
encarnada en ella. Pero la realidad se denuncia más alejada de la ciudadanía.
Más aún, ella se revela contraria a los intereses de ella. “En casi todos los
países del mundo –escribe Ezequiel Martínez Estrada– el Estado tiene una
intervención decisiva en las transmisiones, cuando no ejerce el monopolio.
Transmite lo que interesa al país o al gobierno, no aquello que se tendría
placer en escuchar”.
Por
su enorme acogida y su formidable sentido de participación que la radio crea,
las audiencias cifran cada vez más su confianza en ésta. La esperanza las toma,
encarnada en ella. Pero la realidad se denuncia más alejada de la ciudadanía.
Más aún, ella se revela contraria a los intereses de ella. “En casi todos los
países del mundo –escribe Ezequiel Martínez Estrada– el Estado tiene una intervención
decisiva en las transmisiones, cuando no ejerce el monopolio. Transmite lo que
interesa al país o al gobierno, no aquello que se tendría placer en escuchar”.
La
radio entonces reduce la brecha, alienta las causas justas, reconcilia al
Estado con los desvalidos, abre espacios de diálogo y discusión como iniciativa
a un consenso general que reconozca a las mayorías desamparadas como miembros
de un estado, integra, en fin, haciendo uso de sus instrumentos éticos, a la
población en un conjunto vigoroso y democrático.
III
En
la radio, el papel que desempeña la continua alternancia de formatos
radiofónicos es casi casi conditio sine qua non para que mantenga su estabilidad vital. Sucede,
entonces, algo muy análogo al gran drama de la prensa escrita. Sus existencias
están en función a un buen manejo de los formatos y/o géneros específicos de
cada medio.
Asistimos
“al milenio de las palabras”, como lo insinuara Gabriel García Márquez. No es
de extraño proceder esta frase, teniendo en cuenta la enorme vigencia que cobra
ahora la voz y sus derivados en una sociedad signada por la intempestiva
irrupción de los multimedia.
El
lenguaje radiofónico nos devuelve a la civilización oral. Pero es importante
aclarar que él pertenece a los suburbios de la gramática y sintaxis. El proceso
radiofónico depende casi en su totalidad de los discursos elaborados en los
llamados marcos de interacción.
Por
otro lado, este proceso de la radio demanda una honda interpretación por parte
del oyente. Este debe entablar un diálogo abstracto con las formas creadas a
partir de los elementos que constituyen la voz (matices, tonalidades, acentos,
timbres, etcétera). Y esta misma carencia de percepción visual la que vincula a
los oyentes con el emisor, el cual viene a representar una serie de posiciones
dentro de un marco contextual y circunstancial. La acción de proximidad la
establece el poder de la palabra hablada. De esta forma, puede establecer los
linderos entre su espacio y las demás formas de comunicar.
Una
vez más es nuestro deseo resaltar la similitud guardada entre el medio radial y
el medio escrito. Ambos dependen, a nuestro parecer, de la incursión audaz en
los formatos y/o g{eneros de que disponen cada uno. Sin embargo, una inefable
decadencia hace padecer a los medios de comunicación. Las aventuras económicas
no hacen distingo de medios. El arrasamiento es, casi diríase, inexorable.
El
afán de comercialización de los medios que se ha apoderado del espíritu moderno
parece propiciar la proscripción de ciertos formatos radiales. Preguntémonos,
hagamos un voluntario examen de conciencia: ¿quién oye radionovelas en la
actualidad?
De
todo este asunto, la radio bien podría salir por la puerta grande. “No es poca
la responsabilidad que se le adjudica a ella”, dice Chema Salcedo. La galopante
comercialización, con ánimos de propagarse infinitamente, ha terminado por
estropear los mejores potenciales radialistas en lo tocante a los productos
radiofónicos.
Por
otro lado, los ejecutores del quehacer radial abren sus puertas a las voces que
desean ser escuchadas. De este modo, ellos se ciñen a recibir y abordar
diversas informaciones de variados sectores de la audiencia.
Aparte
de embarcarse en proyectos informativos, la radio puede crear contenidos de
entretenimiento, siempre que éstos sean de índole educativa y alienten la
capacidad crítica y analítica del oyente. Pero merecería un ensayo aparte la
degradación en la que han devenido los contenidos de entretenimiento.
La
radio puede proponer múltiples ventajas de su humilde tribuna. Por ejemplo,
ella nos llega junto con la sensación de que nos comunicamos con un “amigo” y
no con una organización que puede ofrecernos una percepción más formal y, por
ende, distante. Pero, por el contrario, la radio ayuda a establecer una
relación directa sustentada en la mera oralidad. Pero esto, en muchos casos –y
cabe advertir- puede devenir en una sutil manipulación de grupos de poder.
Para
analizar la programación conviene hacer un examen de las variadas
programaciones que lanzan al aire en la cotidianeidad distintas emisoras
radiales. Esto servirá al momento de crear un producto comunicativo que sea
idóneo y cumpla con las rigurosas expectativas para enfrentar las diversas
programaciones. Todo, con el púnico fin de mantener satisfecho a un público con
contenidos creativos.
Durante
la investigación de los públicos o las audiencias hay que llevar a cabo los
famosos estudios de mercado, para asimilar los disímiles gustos y preferencias
de las gentes (sea de comunidades campesinas o de origen citadino). Hay que
segmentar previamente al estudio de las audiencias los diversos sectores de
ellas. Pero hay ser extremadamente minucioso en este proceso pues Luz María
Garay Cruz ha determinado en su ensayo “Qué ha cambiado y qué sigue igual?
Reflexiones sobre el concepto de audiencia mediática” que “uno de los problemas
de considerar a la audiencia como mercado, es que subyace en esta idea la
concepción de masa, una vez más como un grupo de sujetos manipulables e influenciables,
y se relaciona de manera muy estrecha esta idea de la audiencia como mercado
con los grupos empresariales y su discurso mediático”.
Luego,
en el plano de la producción entran a tallar los más mínimos detalles que se
involucran en el proceso radial, entre ellos la emisión, la salida al aire, la
estabilidad emocional, la pre-producción, las pruebas de cabina y los demás
aspectos técnicos.
En
el aspecto educativo de enseñanza y capacitación asistimos a un profundo
obstáculo en el quehacer radial. A los estudiantes muchas veces se les enseña y
alecciona en función al equipo técnico que deben emplear. Debe conseguirse
integrar toda una propuesta comunicativa que trascienda lejanamente los fines
comerciales. Solo así se puede hablar de una genuina radiodifusión.
ENLACES DESCARGABLES DE DOCUMENTOS WEB
Enrique,
ResponderEliminarTu desarrollo estaba bastante bien, pero... no incluyes los proyectos.
Tus audios son aportantes, pero serían mejor si sobre la base de lo dicho por tus entrevistadores construyes un saber a partir de un análisis provechoso. Tus imágenes son solo ilustrativas, pero no vinculantes.