sábado, 29 de septiembre de 2012

APRECIACIONES GENERALES DEL QUEHACER RADIAL


Resumen
Se analiza la relación entre audiencias y formatos radiofónicos. Se estudia también la situación de dichos formatos en la sociedad actual. Se advierten las amenazas y propuestas que encierra las TIC’s para los radialistas y periodistas en general.

Palabras clave
Formatos radiofónicos, audiencias, TIC, sociedad de la información.

FORMATOS RADIOFÓNICOS Y AUDIENCIAS
En la radio, el papel que desempeña la continua alternancia de formatos radiofónicos es casi casi conditio sine qua non para que mantenga su estabilidad vital. Sucede, entonces, algo muy análogo al gran drama de la prensa escrita. Sus existencias están en función a un buen manejo de los formatos y/o géneros específicos de cada medio.

Pero la elaboración de estos productos radiofónicos depende de varios factores. Entre ellos, uno de los que se distinguen por su importancia es el factor público.

La investigación de las audiencias es materia crucial dentro de este proceso, puesto que ellas encarnan los famosos público meta y público bienvenido. Una breve detención en el camino para definirlos a grandes rasgos debiera suponer una correcta comprensión de estas líneas.

Público meta es lo que en la disciplina del marketing llamamos público objetivo. Es decir, el conjunto focalizado al que se le envía un determinado mensaje. Público bienvenido son las audiencias aisladas que, ante el interés que podría suscitar en ellas una buena elaboración del producto radiofónico, son susceptibles de consumirlos.

Las herramientas utilizadas para la investigación en las audiencias de sus preferencias por dichos productos, son extraídas de las estrategias publicitarias.

“Lo que es relativamente nuevo –afirma Gina Gogin Sis- es el interés por el estudio del público desde una perspectiva cultural que insiste básicamente en las ‘lecturas’ que los sujetos hacen de lo que consumen y no en los efectos que causan en ellos. Por tanto, es todo el ámbito cultural el que es puesto en evidencia para la investigación de públicos en la actualidad”.

Lo anterior desvela y explica, sumariamente, modo grosso, el porqué de la sentida ausencia de formatos radiofónicos calificados dentro del Menú No Tan Informativo, como radiodramas, radionovelas y demás productos consagrados a la educación y orientación desde una perspectiva estrictamente radial. Elementos del Menú Informativo, como las crónicas, son producidas rara vez para el medio radial. La enfermedad empieza a expandirse sin visos de remedio.

Urge, pues, en este sentido, realizar un sesudo examen de la radiodifusión para determinar su calidad y, acaso, su tiempo de vida.

Son precisamente –conviene no olvidarlo- las audiencias el vector determinante del formato de programación de las emisoras radiales. Pues sin haber constatado de las características de ellas, la sintonía se presentaría como un rasgo nublado e inconcluso.

LOS FORMATOS RADIOFÓNICOS EN LA ERA ACTUAL
Una vez más es nuestro deseo resaltar la similitud guardada entre el medio radial y el medio escrito. Ambos dependen, a nuestro parecer, de la incursión audaz en los formatos y/o g{eneros de que disponen cada uno.

Sin embargo, una inefable decadencia hace padecer a los medios de comunicación. Las aventuras económicas no hacen distingo de medios. El arrasamiento es, casi diríase, inexorable.

El afán de comercialización de los medios que se ha apoderado del espíritu moderno parece propiciar la proscripción de ciertos formatos radiales. Preguntémonos, hagamos un voluntario examen de conciencia: ¿quién oye radionovelas en la actualidad?

De todo este asunto, la radio bien podría salir por la puerta grande. “No es poca la responsabilidad que se le adjudica a ella”, dice Chema Salcedo. La galopante comercialización, con ánimos de propagarse infinitamente, ha terminado por estropear los mejores potenciales radialistas en lo tocante a los productos radiofónicos.

BINOMIO PERIODISTA-MÁQUINA
Por otro lado, el impacto causado por la emergencia de nuevas tecnologías en materia de comunicaciones obliga a los periodistas especializados en la radiodifusión a replantear su papel en el proceso de la comunicación.

Sorprendido por estas nuevas TIC’s, los ejecutores del ejercicio radial no deben “dormirse” en este contexto agitado. La facilitación del trabajo radial se precipita gracias también a este desborde tecnológico. Sin embargo, esta nueva situación puede resultar siendo un arma peligrosa de doble filo.

El inescrupuloso acaparamiento de todo el conocimiento de parte de la hegemonía imperialista norteamericana deja sin un posible ejercicio de libertad a los países del Tercer Mundo, sumiéndolos más bien en una restricción de sus libertades más básicas y exasperándolas hasta el colmo del atraso.

Sin embargo y pese a todo, la relación del hombre con la máquina, esto entre comunicadores y tecnologías, solo es dable en la medida en que ninguno devore al otro. Planteamos un desdén a la clásica ley de la supervivencia del más apto.

La Internet es un inapreciable elemento de nuestros días, frente al cual nacen también nuevas preocupaciones. Una de ellas puede ser la sobreabundancia de informaciones en las redes digitales. Es la Sociedad de la Información, pero no vislumbramos si ella es buena o de carácter lesivo. Es, en todo caso, un nuevo planteamiento que observar.

Manuel Castells, uno de los más arduos investigadores que más ha desarrollado este tema tan capital dice: “Lo que  caracteriza a la revolución tecnológica  actual no es el carácter central del
conocimiento y la información, sino la aplicación de ese conocimiento e información a aparatos de generación de conocimiento y procesamiento de la información/comunicación, en un círculo de retroalimentación acumulativo entre la innovación y sus usos”.

Es decir, para Castells, la Sociedad de la Información no es sino un interminable círculo de influencia que se retroalimenta constantemente. Pero Castells olvida el hecho de que el conocimiento está siendo atribuido a un enorme sector del globo terráqueo. Es evidente de quién se trata. Y es menester mirar con recelo este hecho.

Lo que queda claro para nosotros es que una nueva etapa está en proceso, la cual encierra, a su vez, amenazas y propuestas, ambas dignas de ser evaluadas con un criterio científico y estudioso.

Lo que deriva hacia los comunicadores de esta época es la continua adaptación a las nuevas tecnologías de la información y de la comunicación. Y a la radio propiamente dicha, se le conmina –humildemente, desde luego- a no hundir su propio salvavidas.

La urgencia de replantear estos principios se actualizan a tan veloz tiempo, que me temo que este artículo devenga en anacrónico y desfasado. Sería una pena.

Síntesis conclusiva
Los estudios actuales de las audiencias están hechos sobre técnicas publicitarias y son de suma importancia para establecer los formatos de programación radial. Las audiencias modelan la radio.  Entretanto, la nueva Sociedad de la Información remueve los cimientos de la profesión radial y obliga a sus protagonistas a buscar nuevas propuestas y nuevos soportes en ella.

REFERENCIAS
·         CASTELLS, Manuel. La sociedad informacional.
·         GOGIN SAIS, Gina. ¿Qué significa hablar de radio?
·         NARANJO GARCÍA, Reynaldo. Talleres de comunicación.  

 Enlaces de Interés:








SOCIEDAD, DEMOCRATIZACIÓN Y TIC


Resumen
Se estudia la Sociedad de la Información desde una órbita crítica orientada hacia la búsqueda de razones del acaparamiento de todos los medios por los que se obtiene información y conocimiento. Se esboza una virtual democratización de los medios en favor de una libertad de expresión más sólida y verdadera. Se propone introducir en los estudios comunicacionales la discusión sobre la inclusión digital.

Palabras clave.
Sociedad de la información, medios, democratización, libertad de prensa, TIC, inclusión digital.

UN BREVE PROLEGÓMENO GENERAL ORIENTADO AL ESTUDIO DE LA “SOCIEDAD DE LA INFORMACIÓN”
El debate que se abre en torno a la célebre Sociedad de la Información no clausura hasta ahora sus puertas. Producto de un avance tecnológico en el dominio de las comunicaciones, esta etapa de nuestro tiempo constituye todo un acontecimiento inédito en la larga y variada historia de la humanidad. Por lo mismo, las polémicas concepciones que ha suscitado merecen la consideración y análisis de todos y cada uno de los involucrados en el estudio de la comunicación del presente siglo.

Armand Mattelart, generoso y perspicaz contribuyente a las perspectivas críticas del sistema de comunicación, duda rotundamente de la existencia de una virtual Sociedad de Información: “Es un mito. Puede haber sociedades del conocimiento porque cada país se introduce en el universo tecnológico a partir de su cultura, su historia y la especificidad de sus instituciones”. Mattelart añade, entre otras cosas, el concepto de sociedad de control, en donde desenvuelve su análisis escéptico, aseverando la existencia de esta singular sociedad a favor de un orden mundial hegemónico de las comunicaciones.

Otros expertos coinciden con Mattelart. En un extenso artículo consagrado al tema del conocimiento mundial, Felipe Pérez Cruz, doctor en Ciencias Pedagógicas y Presidente de la Cátedra de Educación Comparada en el Centro de Estudios sobre América de La Habana, dice: “Realmente, la aspiración del capital transnacional es que las llamadas ‘sociedad del conocimiento’ y ‘sociedad de la información’ conformen el nuevo mercado global de ‘servicios’ de ciencia, tecnología, educación y cultura que se abre en el concierto de la Organización Mundial del Comercio (OMC) y Organización Mundial de la Propiedad Intelectual (OMPI) y otras estructuras del sistema”.

El sentido que la denominada “sociedad de la información” adquiere para Pérez Cruz es inteligible: toda la parafernalia montada alrededor de esta inocente etiqueta impuesta a nuestros días no es sino una tentativa más de la ofensiva reaccionaria mundial. En términos del mismo autor, “el gran capital transnacional tiene como objetivo continuar la concentración en los países industrializados de la producción que exige conocimientos de punta y altas tecnologías (…)”.

Por un lado, la Sociedad de la Información no constituye sino la persecución desenfrenada del monopolio de información y conocimientos provenientes de las naciones pertenecientes, en su mayoría, al Tercer Mundo; y, por el otro, ella es un burdo mito para alimentar la idea mendaz de que cada día estamos más informados.

El brillante periodista César Hildebrandt, siempre tan corrosivo, no ha vacilado en acusar esta época: “Hemos creado un mundo donde el éxito, determinado por un consenso por lo general imbécil, es la meta y donde el fracaso es una fosa común para todos los demás. (…) Y esto es así porque eso de la Era de la Información es un cuento de chino opiómano. Al contrario: mientras más reduccionista sea tu cultura, mientras menos informado estés, mientras más ignorancias contengas, mientras más prejuicios te denominen, te irá mejor en la ‘Era de la Información’.”

LA DEMOCRATIZACIÓN DE LOS MEDIOS
La percepción actual de los medios de comunicación obliga a indagar y proponer nuevas fórmulas de replantearlos, a favor de una sólida y genuina democracia representativa.

Pero existen complejos –diríamos también naturales- principios que regulan el actual manejo de dichos medios. Pues el dueño del espectro electromagnético es el mismo Estado, lo cual significa la dependencia de los medios masivos al poder de turno. Se entiende el sentido de esta sujeción.

Partiendo entonces de esta premisa, constatamos y nos atrevemos a afirmar que una libertad de expresión –y de prensa- no es sino una mera entelequia.

La democratización de los medios, entonces, tendrá que vislumbrar otros rumbos por donde manifestar sus anhelos de vida. En su interesante y bien argumentado libro, La tercera colonización, el ex director del desaparecido diario “La voz”, Efraín Ruiz Caro, sugiere lo siguiente: “Otra propuesta, muchas veces sugerida, es la entrega de los medios de comunicación a sus trabajadores. Pero estos no pueden conducir la empresa por medio de sus organizaciones sindicales. Tendrán necesariamente que constituirse en personas jurídicas, como empresa privada, asociación civil –con o sin fines de lucro- o como cooperativa”.

La democratización de los medios es la concesión de los órganos de comunicación a aquellos sectores que hayan transitado secularmente por un silenciamiento prácticamente ineludible. Este proceso, que obedece a un replanteamiento de los medios de comunicación, está dirigido a fomentar organismos de prensa a favor de los sectores más desfavorecidos de la sociedad.

LAS TIC’s DESDE UNA PERSPECTIVA SOCIAL
A fin de ser un instrumento preciado de la sociedad, Las Tecnologías de la Información y Comunicación deberían constituirse en bienes estrictamente públicos, a cuyo usufructo pueda acceder la ciudadanía íntegra. De otra suerte, las TIC serán la patente de corso de únicamente un sector de la sociedad (léase: las clases dominantes).

El enorme impacto que han generado las TIC en el actual ordenamiento de la sociedad es un hecho patente e indiscutible. Sin embargo el hecho de que no se hayan ideado políticas estatales para el conocimiento de estos entre la población, sí resulta un hecho extraño. Más aún, ello evidencia un desperfecto susceptible de ser compuesto.

Ello nos conduce a hablar ya no solo de inclusión social; ahora es preciso discutir de inclusión digital. Scott Robinson la define como un “conjunto de políticas públicas relacionadas con la construcción, administración, expansión, ofrecimiento de contenidos y desarrollo de capacidades locales en las redes digitales públicas, alámbricas e inalámbricas, en cada país y en la región entera”

La inclusión digital es, por añadidura, la inversión en el conocimiento público de las TIC. Esto es, que el conjunto de ciudadanos de a pie se vuelvan hacia los nuevos cambios, los cuales los aguardan, listos, para ayudarlos a propiciar y precipitar los cambios de los que cada día más, y con mayor fuerza, urgen.

Síntesis conclusiva
Hablar de los nuevos cambios que han desordenado el clásico panorama de la comunicaciones, ofrece un sinnúmero de ópticas desde las cuales estudiar la función delos medios en este marco de desarrollo actual. Ya no es solo hablar de inclusión social lo que nos preocupa. También es necesario hablar de inclusión digital, como un avance sustantivo en la utilización de las nuevas tecnologías.

REFERENCIAS
·         MATTELART, Armand. Diario Digital Hoy la Universidad, Universidad Nacional de Córdoba.
·         PÉREZ CRUZ, Felipe de J. El debate sobre el conocimiento. Revista “Docencia”, Nº 13, mayo de 2005.
·         ROBINSON, Scott. Reflexiones sobre la inclusión digital, Revista “Nueva Sociedad”, nº 195, enero-febrero, 2005.
·         RUIZ CARO, Efraín. La tercera colonización. Lima: Ediciones La Voz, 1990.

ENLACES DE INTERÉS:
http://www.derecho.unam.mx/web2/pop/culturajuridica/pdf/CJ3_Art_16.pdf
http://www.regeneracion.mx/files/pdf/regeneracion03.pdf







sábado, 1 de septiembre de 2012

EL FLAUTISTA DE HAMELIN (VERSIÓN OPUESTA) Por Ángel Javier López Ventura


Hace mucho, muchísimo tiempo en la ciudad de Hamelin sucedió algo extraño: una mañana sin sol, cuando sus esforzados y trabajadores habitantes salieron de sus casas, encontraron las calles invadidas por miles de ratones que andaban por todas partes, devorando el grano de sus llenos graneros y despensas que habían recién cosechado. Nadie entendía la causa de la invasión, y no sabían tampoco qué hacer para acabar con todo ello.
No consiguieron nada a pesar de matarlos, ahuyentarlos. Parecía más bien que se multiplicaban, y daban la impresión de adueñarse de la ciudad que hasta los mismos gastos huyeron.
Ante de la terrible situación, el jefe del pueblo hizo una reunión con todos los pueblerinos para ir adonde el flautista mágico a pedir ayuda. Éste era un hombre flaco que, junto con su flauta, hacía cosas imposibles, extrañas. Vivía fuera de la ciudad, solo. Cuando el jefe y los pueblerinos le contaron la desgracia, él se comprometió  a ayudarlos pero a cambio de algo. Decidió que toda la cosecha debía ser toda para él a cambio del favor. Los pueblerinos aceptaron a pesar de su malestar y angustia. Así fue como el flautista mágico entró a la ciudad, y de un toque de flauta tan triste y adormecedor hizo que todos los ratones invasores lo siguieran hasta la orilla de un río. Iban tan adormecidos hasta que el río los arrastró y desapareció a todos.
Esa noche los habitantes de Hamelin más alegremente comieron y cantaron.
La cosecha venidera fue mala y los esforzados habitantes apenas tenían que comer. Fue entonces cuando apareció el flautista mágico a pedir lo que le correspondía, a lo cual los habitantes se negaron a darle, puesto que apenas alcanzaba para comer con sus familias.
El flautista mágico enojóse mucho que amenazó al pueblo. Después de un hora llegó al centro del pueblo Hamelin y de un toque de flauta hizo que todos los niños le obedecieran al igual que los ratones. A pesar de las súplicas y los ruegos de todos sus padres para que sus hijos regresaran, ninguno hizo caso, siguiendo todos la música triste y adormecedora del flautista mágico, quien los llevó a no sé qué sitio sin que nunca sus padres pudieran encontrar.

EL FLAUTISTA DE HAMELIN (HISTORIA ALTERNATIVA) por Javier Enrique Sarmiento Benites


Hamelin era un pueblo donde la prosperidad se contraponía con singular nitidez con la pobreza. La riqueza de unos cuantos señores estaba concentrada en los grandes graneros, despensas y almacenes de que éstos disponían y que cuidaban con el mayor de los celos. El alcalde, como todos, era un hombre, consonante con la personalidad de los grandes hacendados y tenientes de riquezas; es decir, comía, bebía (en él la gula alcanzaba su pleno) y organizaba formidables fiestas con el dinero que recaudaba de los pobres pobladores que se crispaban de hambre y miseria en la periferia del pueblo.
Un joven flautista, de procedencia adinerada, había decidido apartarse de este modus vivendis por considerarlo pródigo, despilfarrador y mezquino. Sin llevar pertenencias de ninguna clase, se había instalado cómodamente en una de las cuevas de un monte alejado, famosas por albergar centenares de ratones y, por lo mismo, temidas por toda la comarca, y empezó a establecerse dentro de un régimen riguroso y austero. Desde su cueva, ubicada en lo alto de una montaña escabrosa, donde, desde luego, había comenzado a convivir con los pequeños ratones y domesticarlos, descubriendo que no eran tan agresivos como se comentaba en todos los pueblos, observaba diariamente el desenvolvimiento rutinario del pueblo. Oteaba a la distancia cómo los ricos continuaban organizando fiestas y derrochando cantidades inconmensurables de dinero, y divisaba también como la zona de los pobres se infestaba cada día más de pobreza y miseria inimaginables.
Cierto día, luego de haberse dejado llevar por el sonido cadencioso de su flauta, que había aprendido a tocar a los diez años, el muchacho decidió que, si bien los viejos señores eran hombres corruptos e incorregibles, él no debía permitir que los niños siguieran esta mala crianza. Decidió, luego, darles una lección a sus antiguos vecinos. Preparó un plan en complicidad con sus ratones, el cual consistía en enviar a los ratones a la villa de Hamelin para simular que una horrenda peste de pequeños roedores se había apoderado del pueblo y colocado a los grandes señores en un estado de febril actividad y penosa lucha. Envió, entonces, a sus ratones a dicha misión bajo la orden de saquear y comerse todo lo que encontraran en los almacenes, despensas y graneros.
Entonces, aquel mismo día, los tranquilos hacendados de Hamelin vieron bajar desde la montaña lejana una masa compacta de ratones que corrían en dirección de la ciudad. El alcalde, alarmado, avisó a todo el pueblo. Para cuando todos estuvieron enterados de la hazaña de los ratones, ya era muy tarde: los diminutos ratones habían hecho presa fácil de la villa y comían todo el alimento que encontraban al paso. En un único día, la terrible plaga de pericotes habíase comido más de la mitad de las riquezas de la villa.
Angustiado, el viejo alcalde llamó a consejo a todos los pobladores –ricos y pobres– de Hamelin para comunicarles el estado crítico de la situación y determinar cuanto antes una rápida decisión que acabara con la peste maligna de ratones.
–Ofrezco que se le entreguen cien monedas de oro en dinero contante y sonante al hombre que elimine de raíz esta peste –dijo el alcalde, en tono solemne.
–De acuerdo –asintieron los lugareños–. Necesitamos una solución rápida y eficaz que frene toda esta ruina que se aproxima.
La noticia de las cien monedas de oro ofrecidas llegó, se ignora de qué manera, hasta los oídos del joven ermitaño. Satisfecho por el resultado de su plan, se propuso concretar la segunda parte del mismo. Bajó al pueblo solo con su flauta y se presentó en el edificio de la antigua alcaldía, ante el asombro de los pobladores, quienes nunca habían visto a tan extravagante personaje visitando las “modestas” comarcas de Hamelin.
–Tengo un plan para salvar al próspero pueblo de Hamelin –dijo el joven flautista. Se sentía muy contento al comprobar que nadie de sus antiguos vecinos ricos lo había reconocido. Habían pasado muchos años y el tiempo había hecho su trabajo en el joven, escondiéndolo de las astutas miradas de las autoridades del pueblo–. Pero dadme vuestra palabra de honor de que me daréis las cien monedas de oro ofrecidas.
El alcalde lo escrutó con sus diminutos ojos y esbozó una sonrisa desagradable. “Este muchacho tiene el aspecto de un joven iletrado y, por tanto, estúpido. Será fácil engañarlo”, reflexionó. Inmediatamente, respondió, con tono irónico:
–Tened la seguridad de que cumpliré mi promesa. Haced lo acordado y cumplid vuestra parte del trato, que yo haré lo respectivo con la mía.
El joven flautista se rió para sus adentros, una vez más satisfecho de la eficacia de su inteligente plan. Conocía al alcalde desde que habitaba en convivencia con los ricos y sabía de las múltiples violaciones a su palabra, y conocía asimismo de la ambiciosa posición de alcalde que procuraba mantener con tratos subrepticios y corruptos su estatus social.
Salió el joven al pueblo y se plantó en medio de la hermosa plaza, cuyos arbustos, a esa hora, en el remanso de la tarde plácida, se agitaban acompasados por el murmullo suave del viento. Tomó su quena y empezó a soltar unas notas dulces y melancólicas al aire. Hombres, mujeres, niños y ancianos, al oír tan triste y hermosa melodía, no hicieron sino olvidar sus penurias y angustias de los últimos días y dejarse penetrar por tan elegante manera de tocar la flauta.
A poco, los ratones comenzaron a arribar a la plaza, seducidos por el triste llanto de la flauta. Entretanto, el flautista continuaba maniobrando sin cesar y con delicadeza y experiencia su humilde flauta fabricada con la tosca madera de un sauce y pulida por sus propias manos. Cuando absolutamente todos los ratones que habían sido el desconcierto y la inquietud de todo el pueblo hubieron llegado a la plaza, el joven flautista se echó a andar, siempre tocando la flauta, en dirección de la colina de donde había descendido, con los ratones desfilando tras él, extrañamente sugestionados.
Los señores ricos de Hamelin, al ver a la distancia que el joven flautista se perdía tras las lomas verdes, se alborotaron de felicidad y organizaron una fiesta para celebrar la partida de los ratones de su pueblo. La tranquilidad volvió al pueblo de Hamelin, con su acostumbrada escisión entre ricos y miserables.
Días después, el joven flautista volvió a presentarse ante el viejo edificio para reclamar las cien monedas de oro acordadas:
–Largaos de mi vista –repuso el alcalde, atusándose el repugnante bigote que lucía sobre los labios gruesos–. Nos gastamos el dinero destinado a vos en preparar la fiesta de celebración de aquel día.
El joven flautista sabía, por supuesto, que era mentira lo que el viejo alcalde decía. Resolvió no insistir más y, volviendo sobre sus pasos, se marchó sin decir más.
Pero el joven estaba absolutamente satisfecho con los éxitos del plan. Sin embargo, faltaba algo más para que todo lo planeado hubiera madurado en su máxima expresión.
Dos días después retornó al pueblo con su flauta y se plantó, como en la ocasión anterior, en medio de la plaza de Hamelin a tocar su flauta. Los pobladores supusieron descabellada su actitud y principiaron a murmurar entre ellos que estaba demente. Sin embargo, el estupor se adueñó de ellos al observar, con una expresión de profundo desconcierto en sus rostros, que todos los niños de la linda comarca de Hamelin acudían al triste sonido de la flauta, con las miradas extraviadas y a paso lento, como en procesión. Los habitantes, en conciencia unánime, comprendieron: el flautista estaba cobrando su ayuda de manera perversa, llevándose a los niños de igual manera que atrajo a los ratones.
El flautista sin despedirse, siempre tocando la flauta, se llevó a los pequeños, al igual que a los roedores, cuesta arriba, donde se ubicaba su cueva.
En el pueblo de Hamelin, desde entonces, hasta hoy, se oyen llantos de mujeres durante la noche, reclamando a sus hijos, gimiendo, y maldiciendo al joven flautista, quien, entretanto, se regocijaba de haber salvado a los niños de la mala crianza de los hacendados mezquinos y frívolos, y haber ubicado a todos los pequeños en sendas cuevas junto a una flauta que el mismo joven había fabricado a montones. Desde entonces, el llanto de las mujeres soberbias de Hamelin se confunde con el suave y agudo silbido de cada flauta.

EL FLAUTISTA DE HAMELÍN (VERSIÓN OFICIAL)


Hace mucho, muchísimo tiempo, en la próspera ciudad de Hamelín, sucedió algo muy extraño: una mañana, cuando sus gordos y satisfechos habitantes salieron de sus casas, encontraron las calles invadidas por miles de ratones que merodeaban por todas partes, devorando, insaciables, el grano de sus repletos graneros y la comida de sus bien provistas despensas.            
        Nadie acertaba a comprender la causa de tal invasión, y lo que era aún peor, nadie sabía qué hacer para acabar con tan inquietante plaga.
      Por más que pretendían exterminarlos o, al menos, ahuyentarlos, tal parecía que cada vez acudían más y más ratones a la ciudad. Tal era la cantidad de ratones que, día tras día, se enseñoreaba de las calles y de las casas, que hasta los mismos gatos huían asustados.   

        Ante la gravedad de la situación, los prohombres de la ciudad, que veían peligrar sus riquezas por la voracidad de los ratones, convocaron al Consejo y dijeron: "Daremos cien monedas de oro a quien nos libre de los ratones".    
        Al poco se presentó ante ellos un flautista taciturno, alto y desgarbado, a quien nadie había visto antes, y les dijo: "La recompensa será mía. Esta noche no quedará ni un sólo ratón en Hamelín".
   Dicho esto, comenzó a pasear por las calles y, mientras paseaba, tocaba con su flauta una maravillosa melodía que encantaba a los ratones, quienes saliendo de sus escondrijos seguían embelesados los pasos del flautista que tocaba incansable su flauta.
        Y así, caminando y tocando, los llevó a un lugar muy lejano, tanto que desde allí ni siquiera se veían las murallas de la ciudad.    
        Por aquel lugar pasaba un caudaloso río donde, al intentar cruzarlo para seguir al flautista, todos los ratones perecieron ahogados. 
  Descripción: estrella      Los hamelineses, al verse al fin libres de las voraces tropas de ratones, respiraron aliviados. Ya tranquilos y satisfechos, volvieron a sus prósperos negocios, y tan contentos estaban que organizaron una gran fiesta para celebrar el feliz desenlace, comiendo excelentes viandas y bailando hasta muy entrada la noche.     
        A la mañana siguiente, el flautista se presentó ante el Consejo y reclamó a los prohombres de la ciudad las cien monedas de oro prometidas como recompensa. Pero éstos, liberados ya de su problema y cegados por su avaricia, le contestaron: "¡Vete de nuestra ciudad!, ¿o acaso crees que te pagaremos tanto oro por tan poca cosa como tocar la flauta?".
        Y dicho esto, los orondos prohombres del Consejo de Hamelín le volvieron la espalda profiriendo grandes carcajadas.
   Furioso por la avaricia y la ingratitud de los hamelineses, el flautista, al igual que hiciera el día anterior, tocó una dulcísima melodía una y otra vez, insistentemente. Descripción: estrella
        Pero esta vez no eran los ratones quienes le seguían, sino los niños de la ciudad quienes, arrebatados por aquel sonido maravilloso, iban tras los pasos del extraño músico.
        Cogidos de la mano y sonrientes, formaban una gran hilera, sorda a los ruegos y gritos de sus padres que en vano, entre sollozos de desesperación, intentaban impedir que siguieran al flautista.

        Nada lograron y el flautista se los llevó lejos, muy lejos, tan lejos que nadie supo adónde, y los niños, al igual que los ratones, nunca jamás volvieron.    
     En la ciudad sólo quedaron sus opulentos habitantes y sus bien repletos graneros y bien provistas despensas, protegidas por sus sólidas murallas y un inmenso manto de silencio y tristeza.
     Y esto fue lo que sucedió hace muchos, muchos años, en esta desierta y vacía ciudad de Hamelín, donde, por más que busquéis, nunca encontraréis ni un ratón ni un niño.