viernes, 8 de junio de 2012

CULTURA Y REVOLUCIÓN INFORMÁTICA


Resumen
Se habla de la nueva irrupción de Internet en la actual escena cultural, de cómo éstas han influido en el camino hacia una mejor interconexión global. Se habla de la diversidad cultural como un virtual producto de la aldea global.

Palabras Claves
aldea global, diversidad intercultural, globalización, Internet,


Los que pudieron ver y oír las informaciones en la televisión aquel histórico 20 de junio de 1969, pudieron oír a un locutor excitado que decía: “este es un paso para el hombre, un salto para la humanidad”. El sueño se había logrado: el hombre había llegado a la Luna. Este hito signó una era en que las tecnologías habían sido tan fecundas a tal punto que se podía hablar de trascender enormes distancias.

En este sentido, hablaremos de la nueva revolución informática que viene desenvolviendo su proceso en nuestros días: la incursión recientísima del Internet y su impacto y repercusión en el mundo.

“Leí recientemente en el periódico que si el mundo fuese un pueblo de cien personas, habría cincuenta y siete asiáticos, veintiún europeos, catorce americanos (norte y sur) y ocho africanos. Ochenta vivirían en condiciones inferiores, cincuenta serían desnutridos y el 59% de la riqueza total del mundo estaría en manos de solo seis personas (permítase decir que todas provenientes de los Estados Unidos) Setenta serían analfabetos, lo que representa en realidad a dos billones de personas (…)”.

Lo anterior, que parece una metáfora robada de alguna fantasía orwelliana, es un fragmento extraído de un artículo del catedrático de City University en Londres, Tim Connell, que ilustra muy bien cómo está definido el mundo en función a los nuevos cambios que actualmente experimenta.

La nueva escena mundial, propiciada por la revolución del Internet y apadrinada por el neoliberalismo más neto, es el traedor de una serie de consecuencias de carácter ambivalente. Es decir, por un lado, este nuevo instrumento informático puede servirnos para un acercamiento con otros mundos, una diversidad intercultural; y por otro lado, puede significar un alejamiento y una desinformación recrudecida.

¿Existirá la “aldea global” que predijera el especialista en relaciones públicas, Marshall McLuhan, hace casi cincuenta años?

Es importante propiciar un ámbito intercultural con fines de comunicación.
Empecemos por definir la aldea global, dado que suele haber una discordancia entre las múltiples visiones predeterminadas. La aldea global, según McLuhan tendría que ser un mundo donde la nuevas tecnologías que nos brindan el tiempo y los avances científicos sirvan para mantener una constante interconexión con lo que acontece al otro lado de nuestro continente, no, como creen muchos, un espacio donde impera la paz y la infelicidad es solo un vago y triste recuerdo obsoleto. En la aldea global –de acuerdo a la visión mcluhiana- los problemas y conflictos son pan de cada día, parte de las realidades cotidianas, sin embargo en ella habría una mayor facilidad para encararlos empleando los recursos de que nos provee la modernidad de las tecnologías, en este caso, informáticas y comunicacionales.

Teniendo bien claro la noción de la aldea global podemos hacer un diagnóstico de la situación de Internet, como éste ha repercutido, acaso sin quererlo ni pensarlo, en las sociedades actuales y cuáles son los flamantes problemas a los cuales es preciso encarar.

La globalización nos habla y nos repite el ya célebre eslogan de la Sociedad o Era de la Información, lo cual me resulta controvertible en la medida en que nos hallamos frente a dos situaciones agobiantes: la sobreabundancia de la información, que muchas veces es inservible, y la escasez de la información de valía, que sirva para juzgar y elaborar juicios lúcidos, asimismo, para animar propuestas con miras a generar cambios globales.

En este sentido, entonces, deducimos que debemos contar con buena información para saber qué ocurre en las culturas remotas y cómo podemos promover la diversidad intercultural, la cual es una comunicación, un diálogo, un reconocimiento, un intercambio recíproco, una mirada profunda, con el entorno mundial.

Ryszard Kapuscinski, el brillante periodista polaco, afirma: “Vivimos en un mundo paradójico. Por una parte se nos dice que el desarrollo delos medios de comunicación ha conseguido unir a todas las partes del planeta entre sí, para formar una ‘aldea global’; y, por otra, la temática internacional ocupa cada vez menos espacio en los medios, ocultada por la información local, por los titulares sensacionalistas, por los cotilleos, los personajillos y toda la información-mercancía”. Y en otro pasaje, añade: “¿Los medios reflejan el mundo? Digamos que de manera muy superficial y fragmentaria. Se concentran en las visitas presidenciales o los atentados terroristas; e incluso esos temas parecen interesarles menos”.

Es esta afirmación de Kapuscinski la que queremos explicar y concatenar al efecto negativo de la interconexión. Desde este punto de vista, que es netamente informativo, nos resulta imposible mantener un diálogo y un intercambio con otros pueblos.

La diversidad intercultural es un proceso que va a operar en un ambiente de fraternidad y hermandad con las culturas que pueblan cada recoveco del mundo. Durante el siglo XVII, época en la que se desarrolló con fuerza la Ilustración, existía un desprecio general, de parte de los pueblos occidentales, hacia las culturas consideradas inferiores que habitaban los territorios americanos. La diversidad intercultural, que de cierta forma se ha ido llevando a cabo sutilmente, ha consistido en eliminar de raíz estos prejuicios, estereotipos, actitudes racistas que estaban hondamente arraigados en el seno de las sociedades burguesas de Occidente.

Como reza el viejo y manido proverbio, en la variedad está al gusto. Es decir, los nacionalismos, chauvinismos y regímenes sustentados sobre principios racistas y xenófobos quedaron abandonados a la obsolescencia y son parte de un civilización anacrónica y anticuada.

Ahora bien, todo este enorme poderío tecnológico que ha dado nacimiento a la aparición de Internet es acaparado por la hegemonía imperialista de las trasnacionales quienes se han adueñado del conocimiento, de su producción y su distribución. Lo que significa que son dueños del acceso a las tecnologías. Esto puede resultar casi inverosímil sabiendo –como ha dicho Felipe Pérez Cruz, doctor en Ciencias Pedagógicas de La Habana- que “la mayoría delas naciones de Asia, África y América Latina integran un Sur de subdesarrollo y atraso científico tecnológico”. Y “con apenas el 20% de los recursos del planeta –agrega-, tienen que enfrentar las necesidades y problemáticas de una población de 4400 millones de seres humanos: 1200 millones de esas personas (en más de 110 naciones) están en la pobreza y la miseria; 800 millones no cuentan con alimentación adecuada ni atención médica; 3/5 carecen de instalaciones sanitarias, 1/3 no dispone de agua potable, 1/4 carece de vivienda y 1/5 no cuenta con servicios básicos de salud; cerca de 900 millones son analfabetos”.

El intercambio entre culturas es un principio para una sociedad global fraterna.
Esto es realmente lo que se halla tras la Sociedad de la Información y la Era del Acceso: una concentración desorbitante de los recursos científicos y tecnológicos en unas pocas manos.

Sin embargo, la innovación de los procedimientos cibernéticos ha traído consecuencias favorables a la sociedad contemporánea. Los principales movimientos ciudadanos se forjan precisamente en las redes sociales, como el movimiento de los Indignados, que es casi casi una epidemia de descontento general hacia un sistema injusto.

Lo que queremos, de forma resumida, es recalcar una diversidad intercultural desde el aspecto comunicativo, en razón de la práctica de los derechos que le corresponden a cada miembro de una comunidad o un pueblo, como el reconocimiento formal de su dignidad, su aporte a la diversidad, en fin, su sentido de pertenencia a una nación soberana.

La diversidad intercultural pasa por conocer las formas y contenidos de las distintas culturas que parecen florecer cada día más. Saber de gastronomía, de su vida social, de sus lenguas autóctonas y oriundas, sus costumbres y usos, sus comportamientos, sus indumentarias, así como también de sus tradiciones, sus creencias, sus prácticas comunitarias, etcétera, supone dar un primer paso para la apertura hacia los demás pueblos del mundo entero.




Síntesis conclusiva
El escenario actual, a escala global, de la difusión mediática se ve presa de un cambio al que se ha comenzado a adaptar: la irrupción de los multimedia. Esa reciente innovación ha traído una serie de consecuencias ambivalentes como el acaparamiento de sus centros de poder o, bien, el aspecto positivo que confirma que hay, en efecto, una mayor cabida a la interconexión y una diversidad intercultural. Resaltar esto último se vuelve una tarea ardua del comunicador.




REFERENCIAS

CONELL, Tim. Hacia una filosofía de la telecomunicación. Revista Docencia, N° 12.

KAPUSCINSKI, Ryszard. ¿Reflejan los media el mundo? Nuevas censuras, sutiles manipulaciones. Le Monde Diplomatique, julio-agosto, 1999.

PÉREZ CRUZ, Felipe de J. El debate sobre el conocimiento, Revista Docencia, N° 13

REPERCUSIÓN Y DIAGNÓSTICO DE LOS MEDIOS


Resumen
Se analizan los actuales problemas que encaran actualmente los medios de comunicación en su conjunto, como la deserción del periodismo en su función fiscalizadora, la deficiente regulación de las políticas estatales. Se habla, asimismo, de una futura iniciativa social, traducida en un quinto poder, propiciada por la ciudadanía.

Palabras claves
democracia, concentración de los medios, regulación, autorregulación, quinto poder, ciudadanía, ombudsman.

Para que una democracia funcione a cabalidad dentro de un gobierno constitucional, es preciso que ella se sostenga sobre un perfecto funcionamiento de las instituciones que residen en su seno –el Estado, la Iglesia, las FF.AA, los medios de comunicación y demás componentes de la vida social-, que éstas actúen dentro de un marco legal establecido, contribuyan al sostenimiento y prolongación de la cultura en general y fomenten, en resumen, una perfecta convivencia entre los ciudadanos, utilizando los instrumentos civilizadores de la tolerancia, el pluralismo, la justicia, la solidaridad y demás valores y principios éticos.

Lo anterior viene a ser el carácter de una genuina cultura democrática que cultive un Estado de derecho verdadero y a prueba de balas; sin embargo ¿qué ocurre cuando esto no se lleva a cabo en la praxis o, en el peor de los casos, cuando un sistema precario se esconde tras falsos principios pertenecientes a  una sociedad abierta y estable que se encamina al progreso?
Diversos periodistas analizan la problemática intrínseca de los medios.

Tomaremos el caso particular de los medios de comunicación. En un ámbito virtualmente democrático, éstos deberían desempeñar un papel neurálgico que responda a las inquietudes de una comunidad que comparte fines comunes y visiones unánimes. Lo contrario ocurre, como en nuestro caso, cuando los medios de comunicación se hallan apartados de la sociedad, en el sentido de que responden a interés particulares y se permiten naufragar en un mar de voraces ambiciones mercantiles. ¡A esto es lo que asistimos, señores!

LA DESCONFIANZA GENERALIZADA

Varios pensadores contemporáneos han dado ya la alerta y nos han recordado que somos un mundo –porque no es una situación solamente local, sino global- débil, que se está apartando de forma creciente del consenso general y de la cultura del diálogo y que podría acarrear consecuencias inimaginables, en un sentido lesivo, para una virtual democracia.

Ignacio Ramonet, por citar uno de los varios involucrados en el quehacer intelectual, ha señalado que “la prensa y los medios de comunicación han sido, durante largos decenios, en el marco democrático, un recurso de los ciudadanos contra el abuso de los poderes. En efecto, los tres poderes tradicionales -legislativo, ejecutivo y judicial- pueden fallar, confundirse y cometer errores. Mucho más frecuentemente, por supuesto, en los Estados autoritarios y dictatoriales, donde el poder político es el principal responsable de todas las violaciones a los derechos humanos y de todas las censuras contra las libertades”.

La debilidad que, en nuestros días, ha hecho presa fácil de los medios de comunicación se traduce en un escepticismo global hacia ellos. Los ciudadanos han dejado súbitamente de sentirse representados por éstos. Ya han advertido, casi a tiempo, que los medios no suelen venderles información ni mucho menos una orientación para saber emplear sus derechos. Umberto Eco lo ha dicho de este modo: “el destinatario de los mensajes de los medios de comunicación de masas recibe tan solo una lección ideológica global, la invitación narcótica a la pasividad. Cuando triunfan los medios de masas, el hombre muere”.

El fenómeno de la concentración de medios puede entorpecer severamente la democracia.
Podemos definir, dentro de la vasta complejidad del asunto, algunos factores claves amenazantes para la vida democrática. Uno de ellos es el atropello, por parte del promedio de los medios de comunicación, al principio ético del pluralismo.

La desorbitante concentración de los medios en unas cuantas manos ocasiona, casi indefectiblemente, que desaparezca progresivamente el pluralismo como una de sus funciones elementales. Un ejemplo ilustrativo es el caso de la megafusión, en 2000, entre la empresa American Online (AOL) y el aparatoso conglomerado mediático Time-Warner-CNN-EMI, lo cual viene a ser una expansión abundante de distintos medios de comunicación –AOL opera en el plano cibernético, mientras que Time-Warner-CNN-EMI se desenvuelve en los campos de la prensa, medios de entretenimiento y discografía-.

Este enorme acaparamiento de la difusión entorpece la diversidad y provoca que no exista cabida alguna a distintas posiciones que propongan una agenda pública de los grandes problemas a resolver en la sociedad. En este ámbito, las políticas estatales deberían intervenir como un agente regulador de los medios de comunicación, estableciendo mecanismos de control y regulación a fin de poder garantizar un pluralismo acorde a las perspectivas de una sociedad abierta y una vida democrática.

LA NECESIDAD DE LA FISCALIZACIÓN

En una sociedad abierta –y autoritaria, creo yo, también-, una de las funciones de los medios de comunicación es mantenerse en una postura vigilante y fiscalizadora. Ser independiente es una razón de ser del poder mediático. Los casos instructivos para ilustrar este deber intrínseco de los medios, abundan. Verbigracia, está el inolvidable comportamiento del Washington Post durante el famoso caso Watergate; o el histórico caso Dreyfus con Emile Zola en su protagonismo; o, si aterrizamos en las coordenadas nacionales, el papel de Gustavo Gorriti, César Hildebrandt, Gustavo Mohme Llona y muchos más que combatieron aguerridamente la ominosa dictadura fujimontesinista.

Pero el problema que debe encarar el periodismo y el quehacer comunicacional en nuestros días, es la levedad y casi casi la abulia generalizada hacia el papel de la fiscalización constante del proceder del Estado, sea éste democrático o acaso una satrapía cobarde. Lo queremos decir es que muchos periodistas han optado por entregar las riendas de la función periodística a entes movidos por intereses lucrativos y particulares. Para hacer más categórica esta premisa, Ricardo Uceda ha dicho que “creo que los medios tienen la obligación de buscar agresivamente la verdad. Por eso estoy de acuerdo con que en ocasiones excepcionales se pueda usar material ilícito, si no para qué nos han dado tantas garantías. Ésa es la diferencia entre la visión editorial de un periodista y la visión de la parte empresarial que dice: cuidado, acá se puede afectar las inversiones de nuestro grupo”.

La aserción de Uceda puede resultar un tanto polémica al hablar sobre el empleo de materiales informativos legalmente ilícitos, pero se puede compensar dicha controversia con la aseveración de que es totalmente necesario que los periodistas mantengan una distancia ética con los dirigentes del medio, en la medida en que éstos, muchas veces, juegan dentro del campo delos intereses ajenos, sean éstos económicos o políticos.

Lo anterior, sin embargo, suscita una divergencia desalentadora con la realidad. En ésta, los accionistas y altos mandos del medio son los que deciden qué se va a informar y qué no. En suma, son esos desconocedores del oficio del periodismo quienes trazan la agenda informativa y nos venden el menú diario de noticias. Su mejor encarnación fue observada en el extinto Diario de Marka, cuyo director de aquel entonces, José María Salcedo, dijo lo siguiente: Un periódico, en nuestro país o en cualquiera, tiene propietarios nominales que son los accionistas pero tiene propietarios reales que son los anunciadores”.

¿EXISTE LA REGULACIÓN?

Por otro lado, los periodistas suelen parapetarse tras el requisito indispensable de la libertad de expresión, de información y de prensa. Como consiguiente, muchas veces los medios tradicionales se convierten en vertederos de productos informativos que lindan con lo irracional y lo grotesco.



Muchas instituciones intentan velar porque se resuelva este problema, sin embargo no son muchos los cambios significativos que se perciben. Existen el ANDA (Asociación Nacional de Anunciantes) y otras instituciones relativas a la prensa como el IPYS (Instituto de Prensa Y sociedad) y el Consejo de la Prensa Peruana, no obstante la deficiencia de estas entidades hace creer muchas veces al consumidor de los medios que se encuentra solo y desprotegido.

La autorregulación es la exigencia ética asignada a los medios de comunicación; cuando ésta no se cumple se recurre entonces a la regulación que es un conjunto de reglamentos y códigos de ética que suelen recortar a veces la libertad del periodista. ¿Cómo crear un balance entonces a esta temible desproporción? Lo apropiado sería que el conjunto de los medios establezca un ombudsman o defensor del lector, que escriba sobre el medio desde una tribuna netamente periodística, no envuelta en marcos legales. En Colombia, el asunto se llevó a cabo de forma brillante y exitosa, teniendo como ombudsman al renombrado comunicador Javier Darío Restrepo.

CIUDADANÍA Y DEMOCRACIA

Hablar de democracia no supone –o en todo caso no debería suponer- caer en una ramplona demagogia política de que afirmaba el escritor argentino Julio Cortázar cuando hablaba de las palabras mal empleadas. Tomar como un valor relativo el sentido de la palabra democracia equivale a actuar en razón de un pueblo al que hay que rendir cuentas. Pues bien, en una sociedad donde los medios no cumplen un papel vigilante y fiscalizador, no se puede esperar que los ciudadanos que forman parte de ella se sientan representados por un puñado de instituciones que no les procuran empoderamiento, cuando no, al menos, información para solicitar y asumir cambios. De esta terrible traba se desprende la falta de iniciativa social hacia los medios, en el sentido de no tomar una postura crítica en función a las falencias en que incurren estas instituciones.

La única panacea para este obstáculo a una sociedad abierta, tendría que ser la asociación entre personas a fin de que ideen un proyecto con miras a vigilar y fiscalizar al poder político y a los llamados poderes fácticos. Esto, ya que las instituciones gubernamentales que deberían sopesar el buen funcionamiento de los medios de comunicación no realizan su función.

Ignacio Ramonet es uno de los que proponen la conformación de un quinto poder que regule, vigile y fiscalice un comportamiento adecuado y alturado de los medios. Este quinto poder debería estar constituido por una ciudadanía que tenga una visión común dentro de un marco democrático, que apele a las normas y reglamentos estatales para idear sus planes a corto o mediano plazo. El quinto poder sería una manera de reivindicar la iniciativa social de una determinada comunidad.

Para enfatizar la triste ausencia del Estado en la problemática, cabe recordar su conducta impropia durante el ominoso gobierno dictatorial de Alberto Fujimori, en el que la gran mayoría de medios se sumaron a esa causa inicua, recibiendo dinero –cómo no- de los hombres venales del régimen autoritario. Una pobreza de moral que, lamentablemente, repercutió en la población.





Síntesis conclusiva
Lo que se requiere, en resumidas cuentas, son cuatro cosas: una ciudadanía activa que se constituya para vigilar y fiscalizar los medios, un ente regulador que sirva de soporte a las iniciativas ciudadanas, la conducta acertada de los medios de comunicación y el adecentamiento de una política peruana. Esto último debería ser debate de un ensayo más prolijo y profundo. Pero eso no nos corresponde, por ahora, a nosotros.

REFERENCIAS

ECO, Umberto. 1986. Citado por Gianpiero Gamaleri en La galaxia McLuhan.

NARANJO GARCÍA, Reynaldo. 1983. Talleres de comunicación, 1983.

RAMONET, Ignacio. Octubre, 2003.  El quinto poder, Le Monde Diplomatique, edición española.

UCEDA, Ricardo. Mayo, 2011. “Los medios deben buscar agresivamente la verdad”, entrevista por Flor Huilca, Revista Domingo.